Reflexiones desde el diván
La melancolía de los cambios
Todo cambio, incluso el más deseado, suele venir acompañado de una melancolía silenciosa. No siempre se trata de tristeza. A veces es una sensación extraña, como si algo dentro de nosotros se quedara en el pasado.
Cambiar implica despedirse de algo: una rutina, un vínculo, una versión de nosotros mismos a la que nos acostumbramos, aunque ya no nos esté sirviendo.
Muchas veces nos sentimos confundidos o fuera de lugar. Nos preguntamos si estamos bien, si no deberíamos estar más felices. Pero en todo proceso de cambio hay emociones que remueven, que inquietan. Y eso no es un fallo, es parte del viaje.
Las emociones que incomodan no son errores: son señales, puentes. A veces duelen, pero también revelan. Nos invitan a detenernos, a sentir, a mirar hacia adentro y descubrirnos.
Enfrentar esos fantasmas emocionales nos hace más humanos. La madurez emocional no es eliminar lo que duele, sino poder atravesarlo sin miedo, porque solo así podremos salir de ese estado de melancolía, esa pausa necesaria, y continuar nuestro camino con más fuerza y claridad.
Porque cada cambio nos reordena. Y, con el tiempo, algo en nosotros vuelve a respirar distinto.
Como profesionales, te acompañamos y ayudamos en ese proceso de atravesar emociones difíciles, descubrirte y construir nuevos caminos.
Mª Dolores Mora Ros
Psicóloga Sanitaria-Psicoanalista
Consulta de Psicología Mª Dolores Mora Ros.
*Amaneceres torcidos*
Hay días en los que uno se despierta enredado consigo mismo. No sabes muy bien por qué, pero abres los ojos y todo parece estar un poco del revés. No hay un motivo concreto; simplemente amanece esa especie de inquietud que hace que el mundo roce más de la cuenta y uno responda con cierta dureza que ni esperaba.
En esas mañanas, la palabra se nos escapa más tensa. Hablamos peor, contestamos rápido, sobre todo con quienes más confianza tenemos. No porque lo merezcan, sino porque con ellos se nos revela lo más espontáneo, incluso lo que no querríamos mostrar. Y ahí aparece ese tono que luego uno desearía deshacer.
Después viene ese gesto interno de arrepentimiento: esa sensación de haber actuado desde un estado pasajero que ni uno mismo entendía del todo. Y a veces los demás no lo leen; creen que era hacia ellos, cuando en realidad era solo un amanecer torcido, de esos que nos sorprenden sin anunciarse.
Quizás estos días nos recuerdan que no siempre hay una causa detrás de lo que sentimos; que hay amaneceres en los que necesitamos paciencia, un poco de silencio, y la oportunidad de volver a poner la palabra en su sitio. Donde realmente queríamos que estuviera.
Mª Dolores Mora Ros
Psicóloga Sanitaria-Psicoanalista
03/12/2025