
La nutricionista Elvira Sánchez responde a las dudas más frecuentes sobre la celiaquía: desde sus síntomas y diagnóstico hasta los errores más comunes al seguir una dieta sin gluten.
Además, comparte consejos prácticos sobre cómo planificar las comidas y encontrar productos aptos para celíacos.
Dale al play y aprende a cuidar tu salud intestinal con información clara y basada en evidencia.
Transcripción del video:
Mi nombre es María Elvira Sánchez Vilariño.
Soy licenciada en Nutrición y Dietética, y además tengo un máster en Químicas Agroalimentarias por el Instituto Químico de Sarrià. Toda mi vida me he especializado en la relación que existe entre la salud, las personas y los alimentos.
En nuestro cuerpo, el intestino delgado tiene unas vellosidades cuya función principal es absorber los nutrientes para pasarlos a la sangre. En la enfermedad celíaca, estas vellosidades son atacadas por nuestro propio sistema inmunológico, por lo que se considera una enfermedad autoinmune.
La celiaquía combina características de una intolerancia alimentaria con las de una enfermedad autoinmune, y puede incluso presentar síntomas similares a una alergia.
El gluten es una proteína que se encuentra principalmente en los cereales, como el trigo. Está compuesta por dos fracciones: la gliadina y la glutenina. Cuando estas llegan al intestino, son las responsables de desencadenar la reacción en personas celíacas.
El gluten tiene la particularidad de hacer que el pan suba y resulte más esponjoso y sabroso. Sin embargo, en personas celíacas, su consumo provoca daños intestinales. Por eso, los productos con harinas de trigo (y otros cereales con gluten) son los que deben evitarse.
Celiaquía: El propio sistema inmunológico ataca las vellosidades intestinales, deteriorándolas.
Alergia: El sistema inmunológico reacciona al contacto con la proteína, generando síntomas inmediatos.
Sensibilidad al gluten: El cuerpo no reacciona de forma autoinmune, pero el consumo de gluten genera malestar o trastornos intestinales.
Los síntomas pueden aparecer de forma progresiva. La persona puede notar hinchazón, malestar general, diarrea o estreñimiento. En niños, puede observarse un estancamiento en el crecimiento y en la ganancia de peso. En adultos mayores, puede haber pérdida de peso sin causa aparente, cambios de ánimo (pasar de la euforia a la depresión) y un cansancio constante.
Es importante tener en cuenta que los síntomas son individuales y dependen del grado de afectación de las vellosidades intestinales.
Actualmente, existen pruebas sanguíneas que detectan la presencia de anticuerpos relacionados con la intolerancia al gluten. No obstante, la prueba más concluyente es la biopsia intestinal, ya que permite observar directamente el daño en las vellosidades.
Una alimentación sin gluten debe ser igualmente equilibrada, incluyendo los tres grupos básicos: proteínas, lípidos y carbohidratos. El grupo de los cereales es el que requiere mayor atención. En lugar de trigo, se pueden consumir harinas alternativas sin gluten.
Frutas y verduras son seguras para personas con celiaquía y deben formar parte habitual de la dieta.
Existen productos etiquetados como “libres de gluten”, lo que significa que están certificados como seguros. Sin embargo, los productos que indican “puede contener trazas” representan un riesgo. Incluso cantidades mínimas, como 0,01 mg, pueden causar daño intestinal.
Por eso, es fundamental evitar cualquier traza de gluten. En restaurantes, no debemos tener reparo en comunicar nuestra condición, ya que muchas cocinas están preparadas para evitar la contaminación cruzada.
Ocurre, por ejemplo, cuando se utiliza el mismo cuchillo o la misma tabla de cortar para alimentos con y sin gluten. Si cortamos pan con gluten y luego usamos la misma tabla para cortar queso, ese queso puede contaminarse con partículas de gluten, lo que puede afectar al celíaco.
Por eso, en casa también debemos extremar las precauciones y asegurarnos de cocinar en un entorno libre de gluten.
Afortunadamente, existen asociaciones de celíacos que ofrecen información actualizada y apoyo. Además, hay aplicaciones móviles que escanean etiquetas y te indican si un producto contiene gluten, incluso cuando aparece con otros nombres como “maltodextrina” o “almidón modificado”.
Siempre recomiendo que, ante la duda, se consulte a un nutricionista. A diario, recibo etiquetas por parte de pacientes para verificar si un producto es apto o no. El apoyo profesional es clave.
También hay listados de restaurantes que garantizan menús sin gluten y sin riesgo de contaminación cruzada. Hoy en día contamos con muchas más herramientas para diagnosticar y controlar la celiaquía, mejorando así la calidad de vida de las personas afectadas.
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