La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune del sistema nervioso central. Concretamente, es el sistema inmunológico, encargado de defender al organismo de ataques externos como bacterias y virus, el que decide agredir a la sustancia que protege los tejidos nerviosos situados en el cerebro y la médula espinal (mielina) creyendo que se trata de una amenaza. Dicha destrucción implica una serie de desajustes en las funciones de las placas (terminaciones nerviosas). Éstas producen brotes y lesiones imprevisibles que aparecen de manera temporal e intermitente a lo largo de la vida del paciente como parálisis, rigidez o temblor muscular, así como pérdida de percepción, entre otras limitaciones. En ocasiones, los brotes pueden ser progresivamente más violentos o duraderos hasta experimentar algún tipo de deterioro cognitivo que genere un estado de discapacidad. Según los estudios, aparecen los primeros síntomas entre los 20-40 años, a diferencia de otras enfermedades neurológicas que se inician en edades más avanzadas con carácter degenerativo. Se sigue investigando si el origen de la esclerosis múltiple es por factores congénitos o infecciosos.