Los niños ya no juegan en la calle: una realidad que debemos transformar.
Cada vez más estudios en España señalan una tendencia que debería preocuparnos: los niños y adolescentes pasan menos tiempo jugando en la calle y más tiempo frente a pantallas o dentro de casa. Investigaciones recientes muestran que casi la mitad de los niños no llega a jugar una hora al día al aire libre, un tiempo mínimo recomendado para su desarrollo físico y emocional. La falta de espacios seguros, la sobrecarga de actividades, el miedo a los riesgos y el uso creciente de dispositivos electrónicos han reducido unas vivencias que antes eran parte natural de la infancia.
Pero esta no es solo una cuestión de ocio. El juego libre, espontáneo y al aire libre es esencial para el desarrollo saludable: favorece la autoestima, la autonomía, la creatividad, las habilidades sociales y la regulación emocional. Cuando los niños dejan de jugar fuera, también dejan de explorar el mundo, de aprender a tomar decisiones, de equivocarse, de descubrir sus límites y de relacionarse sin filtros.
Muchos padres sienten culpa, preocupación o confusión: quieren que sus hijos disfruten como ellos lo hicieron, pero el ritmo de vida actual, la falta de tiempo y los miedos hacen que sea difícil. Los jóvenes, por su parte, se acostumbran a estilos de vida más sedentarios, más digitales y menos sociales, lo que puede influir en su bienestar emocional, su motivación y hasta en su manera de relacionarse.
Aquí es donde la terapia puede marcar una diferencia:
- La intervención psicológica no solo ayuda al niño o adolescente, sino que también acompaña a la familia en la creación de nuevos hábitos y espacios. En terapia trabajamos aspectos como:
- La gestión del tiempo y las rutinas, para recuperar momentos de juego real.
- La reducción del uso de pantallas, de forma respetuosa y progresiva.
- Las inseguridades parentales, ayudando a recuperar la confianza para permitir autonomía.
- Las habilidades sociales, promoviendo que los niños quieran relacionarse más allá de lo digital.
- La motivación, encontrando actividades que vuelvan a conectar a los niños con el placer de jugar fuera.
Además, para muchos niños, la falta de juego al aire libre no es solo un hábito perdido, sino un síntoma de otras dificultades: ansiedad, baja tolerancia a la frustración, introversión extrema, dependencia de la tecnología o dificultades sociales. La terapia permite explorar qué hay detrás y ofrecer herramientas para que el niño pueda sentirse más seguro, más competente y más conectado con su entorno.
Podemos recuperar la calle como un espacio de vida, de risa, de movimiento y de libertad. Y la terapia puede ser el primer paso para transformar las dinámicas familiares y emocionales que hoy limitan el juego libre. No se trata de volver al pasado, sino de construir un presente más saludable, más equilibrado y más humano para nuestros niños y adolescentes.
La infancia merece espacio, movimiento y libertad.
19/11/2025