En nuestra sociedad, se nos ha enseñado a perseguir la felicidad a través de metas tangibles: una casa más grande, un coche potente, el cuerpo perfecto, mucho dinero...
Nos movemos en un ciclo constante de logros, creyendo que la próxima meta alcanzada nos dará esa felicidad duradera que buscamos.
Sin embargo, al alcanzar esos objetivos, la satisfacción es efímera y pronto nos encontramos en la búsqueda de algo nuevo, llenando nuestro tiempo y esfuerzo con lo que parece una promesa perpetua de felicidad, pero que, en realidad, nos deja con una sensación de vacío y agotamiento.
¿Es acaso la felicidad un estado que se obtiene o más bien una forma de ser que cultivamos?
Los valores no son objetivos que se alcanzan y se dejan atrás; son principios que se viven y se experimentan en cada momento.
Vivir desde los valores nos permite encontrar significado y gratificación no solo en los logros, sino en el proceso mismo de ser y de actuar en coherencia con quienes somos.
Nos invita a liberarnos de la tiranía del “tener” para sumergirnos en la autenticidad del “ser”, ofreciendo una vida más plena y enraizada en lo esencial, en lugar de en lo pasajero.
02/09/2025