Artículos 12 mayo 2025

Felicidad y cultura: por qué vivir en ciertos países te hace sentir mejor

Ana Lucas Prieto Psicólogo
Ana Lucas Prieto
Psicólogo

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No es casualidad que año tras año, países como Finlandia, Dinamarca o Suiza lideren los rankings del Informe Mundial de la Felicidad. Más allá de sus sistemas de bienestar, estas sociedades comparten valores como la confianza en las instituciones, la igualdad de oportunidades y el apoyo social. En ellas, la felicidad no es solo una meta individual, sino una responsabilidad colectiva.

En cambio, en países con mayores desigualdades, corrupción o inseguridad, las personas pueden encontrar más difícil mantener una percepción estable de bienestar, a pesar de tener redes afectivas fuertes o actitudes resilientes.

En el caso de España, ocupamos un puesto medio-alto en estos informes. Nuestra cultura mediterránea, con su énfasis en las relaciones sociales, la comida compartida y el tiempo en familia, actúa como un factor protector. Sin embargo, también enfrentamos desafíos como la precariedad laboral o la dificultad para conciliar, que pueden afectar especialmente a los más jóvenes y a los mayores.

¿Qué modelos explican la felicidad?

Desde la psicología, existen tres grandes enfoques para entender cómo construimos la felicidad:

  1. Modelo ascendente (bottom-up): Este modelo sostiene que la felicidad surge de la satisfacción en distintas áreas de nuestra vida: salud, trabajo, relaciones, ingresos, vivienda… Si estas piezas están en equilibrio, es más probable que nos sintamos felices.
  2. Modelo descendente (top-down): En este caso, lo importante no es tanto lo que ocurre, sino cómo lo interpretamos. Aquí entran en juego nuestras actitudes, personalidad, nivel de resiliencia o prácticas como la gratitud y la atención plena. Es el enfoque que explica por qué algunas personas pueden atravesar crisis y aun así mantener un sentido de bienestar.
  3. Modelo bidireccional: Esta visión más integradora señala que los factores externos e internos interactúan constantemente. Una buena salud emocional nos ayuda a enfrentar dificultades laborales, y un entorno estable refuerza nuestras capacidades personales. La felicidad sería, entonces, el resultado de ese diálogo continuo.
mujer pelo rizado felicidad parque atracciones Desde la infancia hasta la vejez, lo que nos hace felices también se transforma.

Actitudes personales que marcan la diferencia

Independientemente del país o la etapa vital, hay algunas actitudes que se han relacionado con mayores niveles de bienestar:

  • El sentido de propósito: Sentir que nuestra vida tiene significado, que lo que hacemos importa, es un factor clave en la felicidad, sobre todo en la adultez y la vejez.
  • La conexión social: Las relaciones humanas profundas y auténticas —familiares, de amistad o comunitarias— son uno de los predictores más sólidos de bienestar.
  • La capacidad de adaptación: Aceptar los cambios, aprender de las dificultades y mantener la esperanza son habilidades que podemos entrenar.

La felicidad no es un destino, es un camino

La felicidad no es un estado permanente ni una lista de requisitos que hay que cumplir. Es una construcción dinámica que cambia con los años, con nuestras prioridades y con lo que aprendemos de la vida.

Desde la infancia hasta la vejez, lo que nos hace felices también se transforma. En la juventud, suele estar vinculada al logro y la exploración. En la adultez, al equilibrio entre responsabilidades y disfrute. Y en la madurez, muchas veces se asocia a la calma, el legado y los vínculos.

La buena noticia es que, sea cual sea nuestra edad, podemos cultivar hábitos que alimenten nuestro bienestar:

  • Cuidar nuestras relaciones
  • Practicar la gratitud
  • Dedicar tiempo a lo que nos gusta
  • Pedir ayuda cuando lo necesitamos

Y aunque no todo depende de nosotros —porque el entorno también importa—, cada gesto de autocuidado, cada conversación significativa y cada elección consciente puede acercarnos a una vida más plena.

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