El dolor es inevitable, pero quedarte estancado en él es una elección. Abrázalo, aprende, y sigue caminando hacia lo que realmente importa.
Por ejemplo, en el trabajo cometiste un error importante. Recibes una crítica. Ahora te sientes frustrado y avergonzado. En lugar de dejar que ese dolor pase, lo alimentas día a día con autoexigencia y culpa. Te esfuerzas el doble, pero ya no desde tus valores, sino desde el miedo a volver a fallar. Eso te lleva a desconectarte y quemarte. Y el dolor se instala como un inquilino permanente. El cambio no es huir del error, ni convencerte de que no dolió. Es permitir que ese dolor esté presente, reconocer que fallar duele. Aceptar no es rendirse. Es el primer paso para avanzar con sentido hacia donde deseas.
05/07/2025