Artículos 29 abril 2025

La conexión entre el estrés y los brotes de dermatitis atópica

Oliva González González Psicólogo
Oliva González González
Psicólogo

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La dermatitis atópica es una afección de la piel, caracterizada por lesiones recurrentes que causan un picor intenso. Se reconoce como un trastorno inflamatorio de la piel. Puede afectar a personas de todas las edades y razas, y tiene un impacto psicosocial importante, y, por tanto, puede ser una causa de estrés.

Aunque comúnmente se entiende al estrés como una reacción de nuestro organismo ante un estresor, el estrés es realmente el desafío que provocan diferentes estresores a nuestro estado de equilibrio. Si este desafío es importante, entonces se desencadena una reacción de estrés (distrés), pero si no es importante, se produce lo que se denomina eustrés, que es una situación de activación beneficiosa para nosotros y para nuestro organismo.

Cuando una persona sufre dermatitis atópica, está enfrentando a un estresor que se encuentra en su propio organismo, y, por tanto, este trastorno inflamatorio de la piel causará una reacción de estrés, que, dependiendo de cómo sea nuestra capacidad de gestionarnos y regularnos, impactará en mayor o menor medida, pudiendo agravar los síntomas.

La dermatitis atópica

Como se ha comentado en la introducción, la dermatitis atópica (DA, de ahora en adelante) es una reacción inflamatoria crónica y común de la piel, caracterizada por un prurito (picor) persistente. Su presentación clínica consiste en erupciones tipo eccema, que incluyen eritema, pápulas y lesiones exudativas localizadas en zonas específicas del cuerpo, dependiendo de la edad del paciente, así como distintos grados de sequedad cutánea.

Fue descrita por primera vez en 1808, denominándose un poco más adelante (también en el siglo XIX) neurodermatitis por dos dermatólogos franceses, Broq y Jacquet, destacando el factor nervioso que se daba en algunos de los pacientes (Salamanca y Hewitt, 2011).

Atopia es un término que viene del griego a-topos que significa “fuera de lugar”, y se ha utilizado para este tipo de alteración de la piel al ser una enfermedad extraña, sin causas de esta claramente identificadas.

La DA afecta aproximadamente al 20 % de los niños y entre el 2 % y el 7 % de los adultos en todo el mundo, aunque la prevalencia varía según la región y el país, no estando claro cuáles son los factores que hacen que la prevalencia aumente o disminuya. En Europa, según los datos disponibles, existe una prevalencia del 17,1% en adultos (Bylund et al, 2020).

La DA tiene un impacto significativo en la calidad de vida de las personas que la sufren, pudiendo experimentar estas personas altos niveles de ansiedad y de depresión, en comparación con los grupos de control. También se evidencia un perfil de personalidad en el que se da una baja sensibilidad al afecto negativo (Salamanca y Hewitt, 2011).

Si bien puede producirse de manera aislada en una persona, existen distintas comorbilidades bien identificadas en los estudios realizados, destacando los problemas de salud mental, la obesidad, problemas cardiovasculares y trastornos autoinmunitarios (Mesjasz et al, 2023)

Se han identificado distintos factores de riesgo, sin que haya hasta el momento, como ya se ha mencionado, una evidencia científica de las causas fundamentales por las cuales ocurre. Entre estos factores de riesgo destacan los factores genéticos y los factores ambientales. La presencia de los factores ambientales es una constante en las reacciones de estrés.

mujer camiseta amarilla picor codo estres dermatitis Cuando una persona sufre dermatitis atópica, está enfrentando a un estresor que se encuentra en su propio organismo.

El estrés

Como hemos comentado en la introducción, aunque comúnmente hablamos de estrés cuando estamos hablando de distrés, es fundamental que podamos entender que las reacciones de estrés se producen cuando afrontamos factores estresores.

Estos factores estresores pueden ser internos y externos. En cada persona, estos factores serán diferentes, ya que cada organismo ha aprendido a reaccionar de distintas maneras, y tendrá distintos grados de vulnerabilidad ante dichos factores. De la misma manera, la persona habrá podido desarrollar diversas estrategias de afrontamiento ante esos factores.

Lo fundamental es reconocer cuando la reacción de estrés es una reacción de distrés, ya que es la reacción fisiológica que supone una rotura del equilibrio de nuestro organismo. Esta reacción fisiológica puede manifestarse de distintas maneras, tanto en el ámbito físico como en el emocional y, consecuentemente, a nivel conductual. Entre los síntomas más comunes se encuentran (no es una lista exhaustiva):

  • A nivel físico: dolores de cabeza, tensión muscular excesiva, cansancio, trastornos del sueño (conciliación, mantenimiento, parálisis del sueño, pesadillas, terrores nocturnos), problemas digestivos, ritmo cardíaco acelerado, problemas de piel, y en ocasiones, fiebre (fiebre psicógena).
  • A nivel emocional y cognitivo: ansiedad, irritabilidad, dificultad para concentrarse, problemas de memoria, tristeza, sensación de no poder abarcar todo lo que antes se podía, dificultad para pensar con claridad, desrealización, despersonalización, pensamientos negativos y actividad mental acelerada.
  • A nivel conductual: cambios en el apetito, en la conducta sexual, en el consumo de sustancias, aislamiento social o alteraciones en el rendimiento laboral o académico.

Relación entre el estrés y la DA

El cuerpo humano responde al estrés mediante la activación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS), que produce una cascada hormonal que termina liberando la principal hormona del estrés, el cortisol. De manera puntual, ante un factor estresor agudo, esto es útil y necesario para nuestra supervivencia, pero si se produce de manera continuada, se llega a alterar el equilibrio inmunológico, metabólico y neuroendocrino del organismo. Particularmente, el sistema inmunitario puede afectarse al punto de predisponer a estados inflamatorios crónicos, agravando, o siendo, factor desencadenante de enfermedades como la DA.

Esta relación, bien como factor desencadenante o agravante, se lleva estudiando de manera científica desde muchos años, habiéndose encontrado evidencias de ambas cuestiones, si bien son evidencias que no se pueden extrapolar de manera estadística a toda la población que sufre DA.

Entre las cuestiones más relevantes encontradas de cara a recomendaciones que se pueden seguir, se puede mencionar un estudio realizado por Wittkowski, Richards y Main en 2007. Este estudio indica que las creencias y respuestas emocionales de los participantes con DA, están más fuertemente asociadas con el significado que le conceden a su condición y no a su gravedad.

Estamos inmersos en una cultura que prima la belleza, la piel perfecta y la imagen, por lo que los pacientes con DA pueden llegar a sufrir no sólo por su condición, sino también por las presiones impuestas por la cultura y la sociedad. En este sentido, este estudio es muy importante ya que evidencia la posibilidad de trabajar desde el punto de vista emocional y cognitivo para tratar de paliar y reducir tanto los síntomas como las consecuencias psiosociales de la DA.

De la misma manera, deja en evidencia que sufrir DA puede ser un factor estresor que puede producir distrés, produciéndose una relación bidireccional que se retroalimenta y que es fundamental cortar lo antes posible.

Recomendaciones

Vista la relación bidireccional entre el estrés y la DA, algunas de las recomendaciones que se pueden hacer sería las siguientes:

1.- Seguir los consejos médicos realizados por un profesional colegiado y especialista en DA.

2.- Seguir los consejos médicos realizados por los profesionales colegiados y especialistas adecuados si hubiera comorbilidades (problemas de salud mental, obesidad, problemas cardiovasculares y problemas autoinmunes).

3.- Identificar las técnicas de relajación que nos pudieran ayudar a regular nuestro estrés. Cada persona es diferente, por lo que lo que puede ser una buena técnica para una persona no serlo para otra. Entre las técnicas de relajación más recomendadas y utilizadas se encuentran las técnicas de respiración y las técnicas de mindfulness.

4.- Si es compatible con la condición física, realizar ejercicio moderado, ya que puede ayudar a regular las respuestas emocionales.

5.- Aprender y practicar rutinas de higiene del sueño, ya que dormir bien es fundamental. Si no se puede dormir habiendo implementado este tipo de rutinas, es conveniente consultar con un profesional especializado y colegiado.

6.- Si nos gusta la música, hacer listas de música que nos ayuden con nuestros estados emocionales. Si nos gustan otras actividades que puedan hacernos centrar la atención en ellas, como manualidades, tocar un instrumento, pintar, realizar cerámica, etc., tratar de introducirlas en el día a día.

7.- Más allá de lo mencionado en el punto anterior, identificar actividades positivas que podamos hacer en el día a día, sin que nos cuesten demasiado esfuerzo y dinero. Se puede consultar y hacer la lista propuesta por MacPhillamy y Lewins (1982), y tomar decisiones a partir de ahí.

8.- Consultar con psicólogos generales sanitarios, habilitados para prestar ayuda terapéutica en orden a poder aprender, conocer y regular los factores estresores que podamos tener en el día a día, ya que es fundamental para poder regular nuestro nivel de estrés.

9.- Consultar también con psicólogos generales sanitarios para trabajar con las creencias y los significados que asociamos con nosotros mismos y con la DA.

Como hemos visto a lo largo del artículo, existe una relación importante y dual entre la DA y el estrés, pudiéndose afectar mutuamente. Es fundamental que podamos ir conociéndonos cada vez más un poquito a nosotros mismos, y tratar de identificar cuáles son los factores internos y externos que nos desencadenan reacciones de distrés y diseñar las estrategias de afrontamiento adecuadas.

En esto, la ayuda de un buen psicólogo general sanitario es muy importante. Por otro lado, es fundamental también atender a las recomendaciones médicas que nos hagan los especialistas competentes en el diagnóstico y tratamiento de la DA y de sus posibles comorbilidades.

Referencias

  • Bylund, S., Kobyletzki, L. B., Svalstedt, M., y Svensson, Å. (2020). Prevalence and Incidence of Atopic Dermatitis: A Systematic Review. Acta dermato-venereologica, 100(12), adv00160. https://doi.org/10.2340/00015555-3510
  • MacPhillamy, D. J., y Lewinsohn, P. M. (1982). The pleasant events schedule: Studies on reliability, validity, and scale intercorrelation. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 50(3), 363–380. https://doi.org/10.1037/0022-006X.50.3.363
  • Mesjasz, A., Zawadzka, M., Chałubi´ nski, M., y Trzeciak, M. (2023). Is Atopic Dermatitis Only a Skin Disease? Int. J. Mol. Sci. 2023, 24, 837. https://doi.org/10.3390/ijms24010837
  • Salamanca, A., y Hewitt, N. (2011). Factores biológicos y psicológicos de la dermatitis atópica. Psychologia. Avances de la Disciplina, 5(1), 47-58.
  • Wittkowski, A., Richards, H., Griffiths, C, y Main, C. (2007). Illness perception in individuals with ato-pic dermatitis. Psychology, Health & Medicine, Vol. 12(4), 433-444.

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