La inflamación silenciosa, también llamada inflamación crónica de bajo grado, ocurre cuando el sistema inmunitario permanece activado de manera constante, aunque no haya una amenaza real.
El Dr. Frank Hu, profesor de nutrición y epidemiología en la Universidad de Harvard, explica: “Una inflamación leve pero persistente puede ser el punto de partida de enfermedades metabólicas, cardiovasculares y neurodegenerativas”.
Se la llama “silenciosa” porque no genera síntomas agudos. Las células inmunitarias liberan pequeñas cantidades de sustancias inflamatorias durante largos períodos, creando un entorno interno que favorece el desgaste celular y el desequilibrio metabólico.
La inflamación silenciosa no tiene una única causa; generalmente es el resultado de varios factores que se acumulan con el tiempo:
La inflamación silenciosa es un proceso discreto, pero con efectos profundos en la salud.La inflamación silenciosa no produce los signos clásicos de la inflamación aguda, por lo que muchos la llaman “el enemigo invisible”.
Sus efectos suelen confundirse con síntomas leves o inespecíficos, como:
Al ser síntomas comunes, tienden a normalizarse. Con el tiempo, esta inflamación subclínica puede contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, síndrome metabólico, hipertensión o patologías autoinmunes.
La evidencia científica indica que la inflamación crónica de bajo grado está detrás de múltiples enfermedades frecuentes:
La Dra. Alessia Melegari, inmunóloga clínica, subraya: “Identificar la inflamación silenciosa a tiempo es clave para frenar la progresión de enfermedades crónicas y mejorar el pronóstico a largo plazo”.
Aunque no siempre se puede eliminar por completo, la inflamación silenciosa se puede modular con cambios en los hábitos diarios. La prevención y la detección temprana son las herramientas más efectivas:
La inflamación silenciosa es un proceso discreto, pero con efectos profundos en la salud. No provoca dolor inmediato, pero actúa de manera constante, afectando distintos sistemas del cuerpo.
La buena noticia es que se puede prevenir y controlar: alimentación equilibrada, actividad física regular, sueño adecuado y manejo del estrés son las herramientas principales.
Estar atento a las señales del cuerpo, realizar chequeos periódicos y buscar orientación médica y nutricional son pasos decisivos para cuidar la salud a largo plazo.
Como señala la Organización Mundial de la Salud: “La prevención es la inversión más valiosa que una persona puede hacer por sí mismo”.
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