Me he vuelto muy desconfiada con la gente debido a experiencias que he tenido durante estos últimos

12 respuestas
Me he vuelto muy desconfiada con la gente debido a experiencias que he tenido durante estos últimos 8 años, incluyendo experiencias familiares. Durante mi vida profesional he sido víctima de estafas y engaños y por eso ya no confío en casi nadie que me ofrezca un trabajo, no me hago ilusiones de que me vaya bien. No me gusta que se acerquen algunas personas en la calle porque en mi entorno hay mucha inseguridad. No confío en llamadas telefónicas o mensajes de extraños. Siempre tengo miedo de que hasta la persona más intachable me dé una sorpresa desagradable. Solo confío en mi madre y en unos pocos familiares y amigos. Del resto, nunca estoy segura de qué esperar porque me ha pasado y he visto muchos casos donde personas que se muestran amables y correctas después terminan "sacándose la careta". Estoy tratando de superar esto, pero se me hace cuesta arriba.
 Francesc Carda
Psicólogo, Psicólogo infantil
Vinarós
Gracias por compartir tu experiencia de forma tan honesta. Lo que estás viviendo no es simplemente un problema de desconfianza, sino una reacción emocional comprensible ante una serie de experiencias dolorosas y repetidas que han dejado huella. Cuando una persona ha sido víctima de estafas, engaños o traiciones es natural que su sistema emocional active mecanismos de protección para evitar volver a ser herida. Esa barrera que sientes hacia los demás, esa sensación de que cualquiera podría “sacarse la careta” en cualquier momento, es una forma de defensa que tu mente ha desarrollado para protegerte. No es un fallo, es una adaptación.

Sin embargo, vivir en ese estado constante de alerta termina teniendo un precio alto: el aislamiento, la desconfianza generalizada y la dificultad para abrirse incluso ante situaciones o personas que no han mostrado señales de riesgo. Con el tiempo, este tipo de hipervigilancia puede volverse muy rígida, impidiendo que se establezcan vínculos genuinos o que se reconozcan oportunidades reales. Esto no quiere decir que debas confiar ciegamente en todo el mundo, sino que es necesario aprender a distinguir entre precaución saludable y desconfianza paralizante. Una cosa es protegerse, y otra muy distinta es vivir atrapada en el miedo de que cualquier vínculo nuevo terminará siendo una amenaza.

Es un proceso difícil, y muchas veces se siente cuesta arriba, como tú misma dices. Pero también es posible. Reaprender a confiar implica trabajar con cuidado en las heridas que te dejaron esas experiencias, cuestionar las generalizaciones que se formaron a partir del dolor y darte la oportunidad de poner a prueba, poco a poco, que no todas las personas son iguales ni todos los contextos son inseguros. Es un camino que se puede recorrer, especialmente si cuentas con apoyo terapéutico, donde puedas hablar de todo esto sin ser juzgada y con herramientas que te permitan avanzar paso a paso. No estás rota. Estás protegiéndote. Pero mereces vivir desde un lugar donde la protección no sea sinónimo de encierro. Estoy seguro de que, con tiempo, acompañamiento y cuidado, podrás recuperar la confianza sin renunciar a tu seguridad emocional. Y si en algún momento decides dar ese paso, recuerda que no estás sola.
Encuentra un experto
 Marina Tatar
Psicólogo
Tarragona
Cuando has vivido repetidas traiciones o situaciones inseguras, tu mente aprende a protegerte anticipando el peligro. Es un mecanismo de defensa que desarrollaste. Pero vivir en alerta constante también agota y te aísla. Superar esta desconfianza no significa abrirte a todo el mundo sin filtro, sino reconstruir poco a poco una forma de confiar más sana y flexible. Eso implica:
Revisar tus experiencias pasadas sin juzgarte, para distinguir lo que fue real de lo que hoy se activa por miedo.
Conocerte mejor emocionalmente, para identificar tus límites y necesidades.
Aprender a poner confianza parcial, paso a paso, sin exigirte que sea total.
La clave no es confiar en todos, sino aprender a confiar en tu propio criterio para elegir en quién sí. Un saludo
Hola, lo que cuentas tiene mucho sentido, después de pasar por tantas cosas difíciles es normal que te cueste confiar, pues nuestra mente nos protege para que no nos hagan daño otra vez. Por otro lado, creo que es muy valioso que confíes en tu madre, familiares y amigos. Comentarte que a veces este tipo de síntomas pueden deberse a un TEPT (Trastorno por Estrés Postraumático), es posible hace 8 años durante ellos hayas vivido situaciones que te hayan herido profundamente? Si es así, puede que lo que te pasa sea una respuesta a esa herida. Recordarte que este tipo de situaciones se tratan en terapia. Saludos y ánimo
Gracias por compartir algo tan íntimo y tan importante. Leer lo que dices transmite claramente que has pasado por situaciones duras, repetidas, que te han dejado no solo con una profunda desconfianza hacia los demás, sino también con una especie de cansancio emocional, una sensación de estar siempre en guardia, como si no pudieras bajar nunca la defensa porque el peligro —de alguna forma— siempre está latente.

Y tiene sentido. La confianza no se rompe de un día para otro. Se va erosionando lentamente, a veces por traiciones pequeñas, otras por grandes golpes. Y cuando eso ocurre varias veces, en distintos contextos —laborales, familiares, sociales— lo que se rompe no es solo la confianza en los demás. A veces también se empieza a romper la confianza en una misma: en tu propio juicio, en tu capacidad de saber quién es confiable y quién no, en tu derecho a ilusionarte o a creer que algo puede salir bien. Por eso no se trata simplemente de que te cueste confiar. Se trata de que has aprendido, a base de heridas, a vivir alerta. Y eso no se cambia con voluntad ni con frases hechas. Eso requiere tiempo, paciencia y, sobre todo, un espacio seguro donde poder mirar con calma todo lo que hay detrás.

Cuando uno vive durante años expuesto a decepciones o a traiciones —especialmente si han sido sistemáticas o han ocurrido en entornos clave como la familia o el trabajo— el sistema emocional empieza a generar mecanismos de defensa que se convierten en parte de la identidad: la hipervigilancia, la anticipación negativa, el evitar ilusionarse, la sospecha constante. Y aunque son mecanismos que han tenido sentido para protegerte, también es cierto que poco a poco empiezan a encerrarte, a aislarte, a impedir que puedas disfrutar de los vínculos, de los proyectos, incluso de las pequeñas cosas cotidianas.

Que estés tratando de superar esto ya es un paso enorme. Porque quiere decir que, a pesar de todo, hay una parte de ti que no se ha rendido. Una parte que sigue deseando volver a confiar, volver a relajarse, volver a respirar con menos miedo. Y para esa parte, sería muy bueno que pudieras comenzar un proceso terapéutico. No para que alguien te diga que “tienes que confiar más”, porque eso sería injusto. Sino para que alguien te acompañe a entender de dónde viene este muro que hoy te protege pero también te duele. Para que puedas revisar tu historia, sanar las experiencias que te marcaron, y sobre todo, reconstruir tu confianza poco a poco: no solo en los demás, sino en ti misma, en tu intuición, en tu derecho a que las cosas puedan salir bien.

No estás rota. Estás herida. Y las heridas emocionales también se pueden cuidar, también se pueden tratar. No estás sola en esto, aunque muchas veces lo hayas sentido así. Y si sientes que ya es momento de hacer algo distinto, de empezar a caminar hacia una vida con un poco más de alivio, con vínculos que no te asusten, con proyectos que te vuelvan a emocionar, aquí estoy. Cuando quieras, puedes venir a terapia. Este espacio puede ser el lugar donde, por fin, no tengas que estar alerta. Donde puedas empezar a sanar sin tener que justificarte, ni defenderte. Y mereces eso. Porque después de todo lo que has pasado, lo que toca ahora es que también te cuiden a ti.

Tu desconfianza no es el problema.
Es una respuesta inteligente a un entorno que te enseñó que estar relajada es peligroso.

El verdadero problema es que sigues viviendo como si todas las personas fueran iguales a las que te dañaron.
Y eso te está robando vida, oportunidades y conexión.

Aquí va tu punto de partida:
No confíes en todo el mundo.
Pero empieza a confiar en tu capacidad para detectar y protegerte.

Cuando confías en ti, ya no necesitas vivir a la defensiva.
Observas. Sientes. Decides.
Y si alguien se saca la careta… tú ya estás lista. No porque seas fría, sino porque estás fuerte y despierta.



Pregunta para ti:
¿Estás dispuesta a dejar de vivir desde el miedo y empezar a vivir desde la sabiduría?

Si quieres que lo trabajemos más a fondo, dime sí y te guío paso a paso.

Isaac Mercadé
 Eva Larios
Psicólogo
Cercedilla
Lo que sientes es completamente comprensible. Después de vivir tantas experiencias dolorosas y traiciones, es natural que desarrolles una desconfianza como mecanismo de protección. Pero esa misma protección a veces también nos aísla o nos impide avanzar. No se trata de confiar ciegamente, sino de recuperar poco a poco la sensación de seguridad en ti misma y en tu intuición. Trabajar en esto lleva tiempo, pero no es imposible. Si sientes que necesitas apoyo para sanar estas heridas y volver a abrirte con calma y sin miedo, estoy aquí para ayudarte en ese proceso.
Gracias por compartir cómo te sientes. Has atravesado por muchas experiencias difíciles que han marcado profundamente tu manera de ver a los demás y protegerte. Es completamente comprensible que hoy te cueste confiar en los demás. Y esta desconfianza no es un defecto, sino una forma que encontró tu mente inconsciente para protegerte del dolor y de la decepción. Desde la bioneuroemoción, no se trata de luchar contra lo que sientes, sino de comprender para qué lo sientes. Tus emociones y percepciones tiene un sentido que puede ayudarte a conocerte mejor, es decir, podemos observar esta dificultad no como un problema, sino como una oportunidad para conocerte mejor, para sanar un aspecto de tu vida. Es posible que muchas de las situaciones que has vivido en estos últimos ocho años estén resonando con experiencias más antiguas.
A veces, sin darnos cuenta, repetimos patrones emocionales que aprendimos de muy pequeños: el miedo a que nos hagan daño, la necesidad de estar en guardia, la dificultad para relajarnos en la presencia del otro.
Te invito a preguntarte:
- ¿Hubo algún momento en tu infancia en el que sentiste que no podías confiar en quienes te rodean?
-¿De quién tuviste que protegerte? ¿A quién tuviste que proteger?
-¿Cómo era el ambiente emocional en tu casa?
Esas experiencias tempranas a veces dejan creencias profundas, como:
"No se puede confiar en nadie"
"Es peligroso ilusionarse"
"Lo mejor es esperar lo peor de los demás".
Pero estas creencias no son verdades absolutas. Son formas en la s que tu mente trató de ayudarte a sobrevivir emocionalmente. Hoy ya no eres ese niño o esa niña vulnerable. Hoy tienes la posibilidad de mirar estas creencias y elegir otras nuevas que te permitan sentirte más libre y en paz.
También es útil observar que aquello que más tememos o rechazamos en los demás (las traiciones, las "caretas", los engaños) muchas veces están reflejando un miedo interno no resuelto. No porque seas como esas personas, sino porque tu alma quiere mostrarte dónde hay una herida pendiente de sanar.
Superar la desconfianza no es "volver a creer ciegamente en todo el mundo". Es aprender a confiar en ti, en tu intuición, en tu capacidad para poner límites y, al mismo tiempo, abrirte a relaciones más sanas y conscientes.
Si estás dispuesta, podemos ir paso a paso trabajando estas emociones, mirando tu historia con amos y descubriendo qué mensajes te están dando tus experiencias. El primer paso ya lo diste: te atreviste a expresar lo que sientes. Eso ya es un acto de valentía y de transformación.

Gracias por compartir tu experiencia. Volverse desconfiada después de vivir engaños, estafas y traiciones —especialmente en el entorno laboral y familiar— no es una exageración ni un problema de carácter: es una forma de protección que tu mente ha desarrollado para evitar más daño.

Cuando la confianza se rompe una y otra vez, es natural que aparezca ese filtro constante de alerta, que te cueste creer en las intenciones de los demás, que no te ilusiones fácilmente, o que incluso vivas con la sensación de que “cualquiera puede fallarte en cualquier momento”. Esto no te convierte en una persona fría ni paranoica: significa que has tenido que aprender a defenderte de lo imprevisible.

El problema aparece cuando ese mecanismo, que inicialmente fue útil, se queda activado incluso cuando ya no hay un peligro real, impidiendo que puedas abrirte a nuevas oportunidades, relaciones o experiencias sin miedo. Y ahí es donde la terapia puede ayudarte.

Un proceso psicológico no busca convencerte de que todo el mundo es bueno, sino revisar con cuidado tus experiencias, entender cómo te han marcado, y ayudarte a recuperar tu capacidad de confiar con límites sanos y sin exponerte innecesariamente.

Confías en tu madre y en algunas personas cercanas: eso ya es una base desde la que se puede trabajar. No estás sola. Se puede construir de nuevo un entorno en el que no tengas que vivir siempre en guardia.

Si lo deseas, puedo acompañarte en ese camino.

Un saludo afectuoso
 Silvia Schoffer Kraut
Psicólogo
Santa Cruz de Tenerife
Hola, buenas tardes, lo que estás viviendo es completamente comprensible considerando el historial de experiencias difíciles que mencionas. Cuando una persona ha sido traicionada, estafada o ha vivido en un entorno donde la desconfianza ha sido necesaria para protegerse, es normal desarrollar una actitud defensiva como mecanismo de autoprotección. Sin embargo, cuando esa desconfianza se extiende a casi todo el entorno, incluso a situaciones que podrían ser seguras o positivas, empieza a convertirse en una barrera que limita tus oportunidades, relaciones y bienestar emocional.

Superar esta desconfianza no implica volverse ingenua o bajar la guardia por completo, sino aprender a diferenciar entre una desconfianza realista (basada en señales objetivas) y una que está condicionada por experiencias pasadas no resueltas. Para trabajar en esto, puede ayudarte:
- Reconocer el daño real: Validar lo que te pasó sin minimizarlo. Tu desconfianza tiene una raíz, no surgió de la nada.
- Identificar los patrones: Reflexiona sobre en qué momentos aparece la desconfianza y si hay pruebas reales que la justifiquen.
- Practicar la confianza en dosis pequeñas: Intenta abrirte con personas o situaciones poco a poco, observando cómo responden. Esto entrena tu percepción sin exponerte por completo.
- Fortalecer tu criterio y límites: Mientras más segura estés de tus herramientas para protegerte (límites claros, decisiones bien pensadas), menos necesidad tendrás de desconfiar de todo.

Buscar acompañamiento profesional: La desconfianza profunda muchas veces se enraíza en heridas emocionales que necesitan espacio terapéutico para ser sanadas. Si quieres puedes contar conmigo

Es un proceso lento, pero sí es posible reconstruir una mirada más equilibrada hacia los demás, sin perder tu capacidad de cuidarte. La clave está en que la desconfianza no se convierta en una jaula, sino en una brújula afinada :) un saludo y ¡ánimo!
Gracias por expresarlo con tanta claridad. Lo que describes es una respuesta emocional muy comprensible ante experiencias repetidas de traición, estafa o inseguridad. Cuando hemos vivido situaciones donde la confianza ha sido vulnerada, es natural que nuestro sistema emocional se ponga en alerta y adopte una postura defensiva frente al entorno.

Desde la psicología, sabemos que esta hipervigilancia no surge porque haya algo "mal" en ti, sino como un intento de protección frente al daño. Sin embargo, cuando se mantiene a lo largo del tiempo, puede afectar tu bienestar, tus vínculos y tus oportunidades de desarrollo personal y profesional.

Trabajar la confianza no significa exponerse sin filtro, sino aprender a construir límites seguros sin aislarse. Es posible recuperar la sensación de seguridad interior, distinguir señales reales de peligro y permitirte relaciones nuevas sin vivir constantemente en alerta.

Superarlo no es fácil, pero es posible. Con el acompañamiento adecuado, muchas personas logran reencontrarse con la calma, la confianza y el bienestar emocional.

Si lo deseas, estaré encantada de ayudarte en ese camino. Un saludo
Has desarrollado una desconfianza profunda como un mecanismo de defensa legítimo frente a años de dolor, traición e inseguridad. Esa actitud no es un defecto, es una reacción humana. Pero lo que alguna vez te protegió, hoy se ha transformado en una barrera que te impide avanzar. Tu alma, herida por experiencias duras, se ha replegado para no volver a ser lastimada. Y sin embargo, sigues viva, reflexionando, buscando comprender, lo que significa que dentro de ti hay una fuerza que no se ha rendido.

La raíz de lo que sientes no está solo en lo que te ocurrió, sino también en lo que has absorbido desde tu entorno, tu historia familiar, y quizás hasta de generaciones anteriores. El miedo a confiar, a ser engañada, a que lo bueno no dure, puede no ser solo tuyo. Puede ser parte de un patrón que vienes a reconocer y transformar. No estás condenada a repetirlo, pero sí necesitas mirarlo de frente para dejar de vivir dentro de él. Cuando entiendes el origen profundo del dolor, ya no te domina: se convierte en aprendizaje. Recuerda que nadie puede hacer la tarea por nosotros , pero si te podemos acompañar a superarla.

La desconfianza que sientes no es el verdadero problema; lo es la rigidez que ha creado en tu interior. Has aprendido a cuidarte cerrándote, pero existe otra forma de protección: la claridad, la intuición, el límite consciente. Puedes estar abierta sin estar expuesta, puedes vincularte sin idealizar. No necesitas confiar en todos, solo necesitas confiar en ti lo suficiente como para saber cuándo avanzar y cuándo alejarte. El mundo no dejará de tener riesgos, pero tú puedes dejar de ser rehén del miedo.

Este momento que estás atravesando es un umbral. Puedes seguir reforzando la coraza, o puedes comenzar a caminar con el corazón más presente, más firme, más sabio. No se trata de volverse blanda, sino auténtica. No de esperar lo peor de todos, sino de aprender a ver con más profundidad. Has sufrido, sí, pero sigues aquí. Esa permanencia es tu poder. Ahora toca decidir si vivirás desde la herida o desde la conciencia. Porque aunque el dolor fue real, tu libertad también lo es.
Saludos
Ramiro
Gracias por compartir lo que estás sintiendo. Lo que describes tiene muchísimo sentido: cuando una persona ha sido herida, estafada o traicionada en repetidas ocasiones, tanto en lo personal como en lo profesional, es natural que su sistema emocional active mecanismos de protección. Desconfiar se convierte en una forma de cuidar de ti misma, de anticiparte al daño, de mantenerte a salvo.

La desconfianza, en ese contexto, no es debilidad. Es una defensa. Y como toda defensa, en algún momento pudo ser necesaria… pero también puede empezar a limitarte, aislándote, impidiéndote abrirte a oportunidades o relaciones nuevas que sí podrían ser seguras o sanas.

Lo importante no es “confiar ciegamente”, ni obligarte a hacerlo, sino aprender a discriminar: reconocer señales, poner límites claros, y a la vez darte permiso para abrir pequeñas ventanas donde poder confiar de forma gradual y con criterio.

El miedo a que las personas cambien o “se saquen la careta” muchas veces está muy ligado a la experiencia de haber sido decepcionada sin esperarlo. Y eso puede trabajarse en terapia: no para eliminar el miedo de raíz, sino para transformarlo en una actitud más firme, más clara, pero también más abierta. Para que no tengas que vivir en alerta permanente, ni sintiendo que estás sola frente al mundo.

Estás intentando salir de este estado, y eso ya es un paso valiente. Te animo a buscar acompañamiento para poder ir soltando el peso de la desconfianza poco a poco, sin dejar de protegerte, pero sin cerrarte por completo. La confianza no se impone: se construye, también contigo misma.

Un abrazo grande

Elbire Arana
Psicóloga General Sanitaria
Colegiada M-42807

¿No has encontrado la respuesta que necesitabas? ¡Envía tu pregunta!

  • Tu pregunta se publicará de forma anónima.
  • Intenta que tu consulta médica sea clara y breve.
  • La pregunta irá dirigida a todos los especialistas de Doctoralia, no a uno específico.
  • Este servicio no sustituye a una consulta con un profesional de la salud. Si tienes un problema o una urgencia, acude a tu médico o a los servicios de urgencia.
  • No se permiten preguntas sobre casos específicos o segundas opiniones.
  • Por cuestiones de salud, no se publicarán cantidades ni dosis de medicamentos.

Este valor es demasiado corto. Debe contener __LIMIT__ o más caracteres.


Elige la especialidad de los médicos a los que quieres preguntar
Lo utilizaremos para notificarte la respuesta (en ningún momento aparecerá en Doctoralia)

¿Tu caso es similar? Estos profesionales pueden ayudarte:

Todos los contenidos publicados en Doctoralia, especialmente preguntas y respuestas, son de carácter informativo y en ningún caso deben considerarse un sustituto de un asesoramiento médico.