La envidia y los celos son emociones humanas universales. Todos, en algún momento, hemos sentido el pinchazo incómodo de mirar lo que otros tienen o la inseguridad de creer que alguien importante para nosotros puede retirarnos su atención. Aunque culturalmente se consideran emociones “negativas” y poco aceptadas, en realidad cumplen una función: nos avisan de necesidades internas que no están cubiertas.
Si aprendemos a escucharlas y gestionarlas, podemos transformarlas en fuentes de autoconocimiento, motivación y crecimiento personal. En consulta vemos a menudo cómo estas emociones, lejos de ser una condena, se convierten en claves para sanar inseguridades y fortalecer relaciones.
La envidia aparece cuando deseamos lo que otros poseen: bienes materiales, logros profesionales, reconocimiento social o incluso rasgos personales. Nos coloca en la comparación constante y puede hacernos sentir que “los demás están mejor que nosotros”.
Cuando alguien se siente atrapado por la envidia, trabajamos preguntas como:
Este proceso permite darle la vuelta a la emoción: pasar de quedarse en el resentimiento a transformarla en impulso para trazar un plan propio. Muchas veces descubrimos que lo que envidiamos está condicionado por nuestro entorno social, cultural o familiar. Al ponerlo en perspectiva, la persona aprende a decidir con calma qué es realmente importante para ella, más allá de lo que dicte la comparación.
Los celos, por su parte, se asocian más al ámbito de los vínculos afectivos. Surgen cuando sentimos que no recibimos la atención, el cuidado o el lugar que creemos merecer, o cuando esa atención se desvía hacia otra persona.
La envidia y los celos no son enemigos a derrotar, sino señales a interpretar.En terapia diferenciamos dos planos:
Cuando ambos planos se equilibran, los celos se reducen y la relación se vive con más tranquilidad. Pero si uno de ellos falla, la inseguridad gana terreno.
Un ejemplo muy frecuente hoy en día es cómo el uso de las redes sociales alimenta los celos. Los likes, seguidores, comentarios o las fotos que cada persona comparte pueden convertirse en un campo de batalla.
En consulta escuchamos frases como:
En muchos casos, los celos no se relacionan tanto con la realidad de la relación, sino con la interpretación que hacemos de lo que vemos en la pantalla.
Cuando la pareja llega a consensos claros, las redes sociales dejan de ser un motivo de conflicto y pueden convertirse en un espacio compartido, vivido con transparencia y confianza.
Aunque se manifiestan de manera distinta, ambas emociones comparten algo fundamental: nos hablan de algo que sentimos que nos falta.
En consulta solemos ver dos perfiles:
La envidia y los celos no son enemigos a derrotar, sino señales a interpretar. Cuando aprendemos a escucharlos, descubrimos que nos hablan de lo que deseamos, de lo que nos falta o de lo que necesitamos cuidar.
En vez de quedarnos atrapados en el resentimiento o la inseguridad, podemos darles la vuelta: transformarlos en motivación para lograr nuestros propios objetivos y en oportunidades para fortalecer nuestras relaciones.
Al final, no se trata de lo que tienen los demás ni de los “likes” en una red social, sino de encontrar la paz en saber quiénes somos, qué queremos y con quién queremos compartirlo. Esa es la verdadera base de la seguridad y la felicidad.
La envidia también puede surgir al compararnos en redes sociales. Descubre qué es el self-jealousy y cómo superarlo en este artículo.
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