Últimamente siento que me ahogo demasiado en mis pensamientos. Es como si hubiese renacido en un cue
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Últimamente siento que me ahogo demasiado en mis pensamientos. Es como si hubiese renacido en un cuerpo que tiene que procesar todo bien para darse cuenta de que vive en la realidad. Los pensamientos se unen en un bucle que me hace sentir que he perdido la cabeza, pero siempre trato de calmarme. Siento también algo de confusión, como si "mi mente" estuviese jugando conmigo para marearme y hacerme creer algo que no es. ¿Alguien podría darme algún consejo para calmar esos pensamientos que parecen un bucle interminable? Soy plenamente consciente de que esto me está pasando y que no es real, pero me abruma bastante cuando pasa...

Gracias por compartir lo que estás sintiendo. Expresar este tipo de experiencias no es fácil, y reconocer lo que te está pasando ya es un paso muy importante.
Lo que describes —ese ahogo en los pensamientos, la sensación de confusión, los bucles mentales— es más común de lo que parece, aunque puede llegar a ser muy angustiante. La mente, cuando intenta encontrar certezas o explicaciones, a veces entra en estados de sobreanálisis que pueden generar precisamente lo contrario: más dudas, más inseguridad, más malestar.
Cuando etiquetamos nuestros propios pensamientos como una amenaza o como señales de que “algo está mal”, estos tienden a intensificarse. Entramos así en una lucha interna que nos agota y refuerza el ciclo de malestar. Es importante entender que no podemos controlar los pensamientos que llegan a nuestra mente, pero sí podemos decidir qué hacer con ellos una vez están ahí. No eres tus pensamientos, y tener un pensamiento no significa necesariamente que sea cierto o que defina quién eres.
Una estrategia útil es observar el pensamiento como si fuera una nube que pasa, sin engancharte a él ni intentar pelear contra él. De esta forma estamos rompiendo el bucle de intentar controlar los pensamientos o de luchar contra ellos, que paradójicamente y como habrás comprobado, no funciona.
También es completamente normal que te sientas abrumada o confundida cuando esto ocurre. No estás sola en esto. Te animo a que busques acompañamiento psicológico: un profesional puede ayudarte a entender mejor qué función están cumpliendo estos pensamientos, y a desarrollar herramientas específicas para gestionarlos sin dejar que te dominen.
Y ahora estás en un punto muy valiente: te estás dando cuenta, eres consciente, y estás pidiendo ayuda. Muchos ánimos!
Lo que describes —ese ahogo en los pensamientos, la sensación de confusión, los bucles mentales— es más común de lo que parece, aunque puede llegar a ser muy angustiante. La mente, cuando intenta encontrar certezas o explicaciones, a veces entra en estados de sobreanálisis que pueden generar precisamente lo contrario: más dudas, más inseguridad, más malestar.
Cuando etiquetamos nuestros propios pensamientos como una amenaza o como señales de que “algo está mal”, estos tienden a intensificarse. Entramos así en una lucha interna que nos agota y refuerza el ciclo de malestar. Es importante entender que no podemos controlar los pensamientos que llegan a nuestra mente, pero sí podemos decidir qué hacer con ellos una vez están ahí. No eres tus pensamientos, y tener un pensamiento no significa necesariamente que sea cierto o que defina quién eres.
Una estrategia útil es observar el pensamiento como si fuera una nube que pasa, sin engancharte a él ni intentar pelear contra él. De esta forma estamos rompiendo el bucle de intentar controlar los pensamientos o de luchar contra ellos, que paradójicamente y como habrás comprobado, no funciona.
También es completamente normal que te sientas abrumada o confundida cuando esto ocurre. No estás sola en esto. Te animo a que busques acompañamiento psicológico: un profesional puede ayudarte a entender mejor qué función están cumpliendo estos pensamientos, y a desarrollar herramientas específicas para gestionarlos sin dejar que te dominen.
Y ahora estás en un punto muy valiente: te estás dando cuenta, eres consciente, y estás pidiendo ayuda. Muchos ánimos!

Lo que estás describiendo es una experiencia profundamente humana y, al mismo tiempo, desconcertante. Esa sensación de ahogo mental, como si los pensamientos se arremolinaran sin darte tregua, como si estuvieras atrapado en una especie de bucle sin salida, no es algo raro, aunque lo vivas con mucha intensidad. Tiene mucho que ver con cómo funciona nuestra mente cuando está sobrecargada, cuando se siente en estado de alerta y busca comprender o controlar todo para no perder el suelo bajo los pies. De alguna manera, ese “renacer” que mencionas —esa sensación de estar en un cuerpo que debe redescubrir lo real— puede ser una metáfora potente del momento que estás atravesando. Un momento en el que, quizá, se han movido algunas certezas internas y ahora todo parece estar más cuestionado, más frágil o más extraño de lo habitual.
El hecho de que te des cuenta de que esto te está pasando ya es un gesto muy importante. Esa conciencia de que lo que ocurre dentro de ti no es una locura sino un fenómeno interno, aunque molesto, te coloca en un lugar de observador. Y desde ese lugar, aunque parezca poco, se puede empezar a intervenir. Cuando la mente se enrosca en pensamientos repetitivos, suele ser porque está intentando protegerte. Puede sonar extraño, pero muchas veces ese exceso de pensamiento, incluso cuando se vuelve angustiante, es una manera desorganizada de buscar seguridad. Es como si tu mente dijera: “si lo analizo todo bien, si lo entiendo del todo, si me aseguro de que esto no es peligroso, entonces podré relajarme”. Pero ese razonamiento, aunque lógico en apariencia, te mantiene dentro del bucle.
Lo más duro de estos estados es la confusión, ese momento en que ya no sabes si lo que estás sintiendo es real o inventado, si tu cabeza te está jugando una mala pasada o si te estás “volviendo loco”. Pero no lo estás. La confusión no es locura: es señal de saturación, de miedo, de agotamiento emocional. A veces, cuando el cuerpo o la mente no pueden más, recurren a este tipo de sensaciones desconcertantes, como una alarma, como una forma de decirte: “para un momento, estás yendo demasiado lejos”.
Una de las cosas que puede ayudar mucho en estos momentos es hacer pequeños actos de anclaje. Detenerte, mirar a tu alrededor, nombrar en voz alta lo que estás viendo, sintiendo o tocando. Decirte a ti mismo, aunque suene simple: “Estoy aquí. Esto es real. Esto es una emoción. Va a pasar”. No necesitas creerlo al cien por cien. Solo necesitas repetirlo. Como si estuvieras cuidando de una parte asustada de ti. También puede ayudar cerrar los ojos unos segundos y enfocarte únicamente en tu respiración, sin intentar controlarla, solo notándola. Dejar de pelearte con lo que estás sintiendo, dejar de intentar resolverlo como si fuera un acertijo, y simplemente acompañarlo, como quien acompaña a un niño que tiene miedo a la oscuridad.
Cuando la mente confunde lo que piensa con lo que es, se producen estas sensaciones de vértigo. Pero tú no eres tus pensamientos. Eres algo mucho más amplio, más profundo y más estable. Lo que estás sintiendo ahora, por abrumador que sea, no es una sentencia ni una identidad. Es un momento. Un estado. Un lugar transitorio. El miedo a perder la cabeza, a perder el control, muchas veces es la forma que tiene el cuerpo de expresar que necesita contención, descanso, seguridad emocional. Y eso no se logra pensando más, sino pensándote menos como un problema y más como alguien que necesita cuidado.
Busca momentos de contacto con el cuerpo. Camina, mójate la cara, escucha una canción que te tranquilice, mantén conversaciones que te devuelvan a la tierra. No te exijas entender todo lo que te pasa. No es necesario resolverlo todo ahora. Solo necesitas atravesarlo, poco a poco, con la calma que puedas reunir. Y si esto se repite o se vuelve demasiado intenso, pedir ayuda psicológica puede marcar una gran diferencia. No porque estés mal, sino porque todos necesitamos, a veces, que alguien nos ayude a ordenar el ruido interno.
Estás haciendo algo valiente al ponerle palabras a lo que vives. Eso ya es parte del camino de volver a sentirte en casa dentro de ti. Y si la mente te dice que has perdido el control, recuérdale que sigues aquí, observando, buscando, y que eso ya es señal de que sigues siendo tú. Aunque duela. Aunque confunda. Aunque canse. Esto también pasará.
El hecho de que te des cuenta de que esto te está pasando ya es un gesto muy importante. Esa conciencia de que lo que ocurre dentro de ti no es una locura sino un fenómeno interno, aunque molesto, te coloca en un lugar de observador. Y desde ese lugar, aunque parezca poco, se puede empezar a intervenir. Cuando la mente se enrosca en pensamientos repetitivos, suele ser porque está intentando protegerte. Puede sonar extraño, pero muchas veces ese exceso de pensamiento, incluso cuando se vuelve angustiante, es una manera desorganizada de buscar seguridad. Es como si tu mente dijera: “si lo analizo todo bien, si lo entiendo del todo, si me aseguro de que esto no es peligroso, entonces podré relajarme”. Pero ese razonamiento, aunque lógico en apariencia, te mantiene dentro del bucle.
Lo más duro de estos estados es la confusión, ese momento en que ya no sabes si lo que estás sintiendo es real o inventado, si tu cabeza te está jugando una mala pasada o si te estás “volviendo loco”. Pero no lo estás. La confusión no es locura: es señal de saturación, de miedo, de agotamiento emocional. A veces, cuando el cuerpo o la mente no pueden más, recurren a este tipo de sensaciones desconcertantes, como una alarma, como una forma de decirte: “para un momento, estás yendo demasiado lejos”.
Una de las cosas que puede ayudar mucho en estos momentos es hacer pequeños actos de anclaje. Detenerte, mirar a tu alrededor, nombrar en voz alta lo que estás viendo, sintiendo o tocando. Decirte a ti mismo, aunque suene simple: “Estoy aquí. Esto es real. Esto es una emoción. Va a pasar”. No necesitas creerlo al cien por cien. Solo necesitas repetirlo. Como si estuvieras cuidando de una parte asustada de ti. También puede ayudar cerrar los ojos unos segundos y enfocarte únicamente en tu respiración, sin intentar controlarla, solo notándola. Dejar de pelearte con lo que estás sintiendo, dejar de intentar resolverlo como si fuera un acertijo, y simplemente acompañarlo, como quien acompaña a un niño que tiene miedo a la oscuridad.
Cuando la mente confunde lo que piensa con lo que es, se producen estas sensaciones de vértigo. Pero tú no eres tus pensamientos. Eres algo mucho más amplio, más profundo y más estable. Lo que estás sintiendo ahora, por abrumador que sea, no es una sentencia ni una identidad. Es un momento. Un estado. Un lugar transitorio. El miedo a perder la cabeza, a perder el control, muchas veces es la forma que tiene el cuerpo de expresar que necesita contención, descanso, seguridad emocional. Y eso no se logra pensando más, sino pensándote menos como un problema y más como alguien que necesita cuidado.
Busca momentos de contacto con el cuerpo. Camina, mójate la cara, escucha una canción que te tranquilice, mantén conversaciones que te devuelvan a la tierra. No te exijas entender todo lo que te pasa. No es necesario resolverlo todo ahora. Solo necesitas atravesarlo, poco a poco, con la calma que puedas reunir. Y si esto se repite o se vuelve demasiado intenso, pedir ayuda psicológica puede marcar una gran diferencia. No porque estés mal, sino porque todos necesitamos, a veces, que alguien nos ayude a ordenar el ruido interno.
Estás haciendo algo valiente al ponerle palabras a lo que vives. Eso ya es parte del camino de volver a sentirte en casa dentro de ti. Y si la mente te dice que has perdido el control, recuérdale que sigues aquí, observando, buscando, y que eso ya es señal de que sigues siendo tú. Aunque duela. Aunque confunda. Aunque canse. Esto también pasará.

Gracias por compartir cómo te sientes. Lo que describes encaja con una experiencia frecuente en personas que atraviesan ansiedad intensa o episodios de desregulación emocional: pensamientos intrusivos, sensación de bucle mental, confusión, desrealización (sentir que todo es extraño o irreal) y dudas sobre tu propia percepción.
El hecho de que seas consciente de que “esto no es real” y trates de calmarte es muy importante, porque indica que mantienes el contacto con la realidad, aunque tu mente esté generando mucho ruido.
Aquí te dejo algunas pautas que pueden ayudarte cuando te encuentres atrapado en ese tipo de bucle mental:
Primero, intenta nombrar lo que te pasa. En lugar de luchar contra el pensamiento o buscar entenderlo a toda costa, di mentalmente (o incluso en voz baja): “Estoy teniendo un pensamiento intrusivo” o “Esto es ansiedad, no un peligro real”. Ponerle nombre ayuda a restarle poder.
Después, trata de anclarte al presente. Utiliza tus sentidos: observa cinco cosas que tengas delante, escucha los sonidos a tu alrededor, toca algo con textura definida y céntrate en esa sensación. Estos ejercicios sensoriales ayudan a que tu mente deje de girar sobre sí misma.
También es importante recordar que no tienes que entenderlo todo en el momento. Cuando intentas razonar constantemente lo que te está ocurriendo, la ansiedad se alimenta de esa búsqueda. En su lugar, puedes decirte: “No necesito resolver esto ahora. Es un estado transitorio y pasará”.
A nivel físico, la respiración es una herramienta muy eficaz. Puedes practicar una respiración pausada: inhala contando hasta cuatro, mantén el aire cuatro segundos y exhala lentamente en seis u ocho segundos. Hazlo durante dos o tres minutos. Esto envía señales de calma a tu sistema nervioso.
Puedes preparar una frase breve que te sirva como ancla en momentos difíciles, por ejemplo: “Esto es un episodio de ansiedad. Ya ha pasado otras veces y también pasará ahora”.
A medio plazo, sería muy recomendable trabajar en terapia aspectos como el pensamiento rumiativo, la hipervigilancia interna o la dificultad para tolerar la incertidumbre. Estos procesos tienen solución y mejoran mucho con apoyo psicológico.
Si necesitas ayuda para gestionarlo, estaré encantada de acompañarte. Puedes ponerte en contacto conmigo a través de mi perfil.
El hecho de que seas consciente de que “esto no es real” y trates de calmarte es muy importante, porque indica que mantienes el contacto con la realidad, aunque tu mente esté generando mucho ruido.
Aquí te dejo algunas pautas que pueden ayudarte cuando te encuentres atrapado en ese tipo de bucle mental:
Primero, intenta nombrar lo que te pasa. En lugar de luchar contra el pensamiento o buscar entenderlo a toda costa, di mentalmente (o incluso en voz baja): “Estoy teniendo un pensamiento intrusivo” o “Esto es ansiedad, no un peligro real”. Ponerle nombre ayuda a restarle poder.
Después, trata de anclarte al presente. Utiliza tus sentidos: observa cinco cosas que tengas delante, escucha los sonidos a tu alrededor, toca algo con textura definida y céntrate en esa sensación. Estos ejercicios sensoriales ayudan a que tu mente deje de girar sobre sí misma.
También es importante recordar que no tienes que entenderlo todo en el momento. Cuando intentas razonar constantemente lo que te está ocurriendo, la ansiedad se alimenta de esa búsqueda. En su lugar, puedes decirte: “No necesito resolver esto ahora. Es un estado transitorio y pasará”.
A nivel físico, la respiración es una herramienta muy eficaz. Puedes practicar una respiración pausada: inhala contando hasta cuatro, mantén el aire cuatro segundos y exhala lentamente en seis u ocho segundos. Hazlo durante dos o tres minutos. Esto envía señales de calma a tu sistema nervioso.
Puedes preparar una frase breve que te sirva como ancla en momentos difíciles, por ejemplo: “Esto es un episodio de ansiedad. Ya ha pasado otras veces y también pasará ahora”.
A medio plazo, sería muy recomendable trabajar en terapia aspectos como el pensamiento rumiativo, la hipervigilancia interna o la dificultad para tolerar la incertidumbre. Estos procesos tienen solución y mejoran mucho con apoyo psicológico.
Si necesitas ayuda para gestionarlo, estaré encantada de acompañarte. Puedes ponerte en contacto conmigo a través de mi perfil.

Hola, describes una situación que suele agotar física y mentalmente, por lo que es muy común esa sensación de confusión y ahogo. Lo primero, que seas consciente de que no es real ya es un indicador de salud. Sin embargo, sería conveniente que lo abordases con una persona profesional que pueda acompañarte no solo para generar estrategias de prevención y para cuando aparecen los pensamientos, sino qué podáis ir buscando el porqué y para qué aparecen. Las técnicas de enraizamiento, auto instrucciones, mindfulness… suelen ayudar a disminuir ese tipo de pensamientos. Mucho ánimo.

Hola! Es importante resaltar que cuando los pensamientos en bucle y disociativos aparecen, hay que abordar la causa, teniendo en cuenta desde cuando aparecen y valorar las herramientas que haya intentado aplicar antes para tratar de controlarlos. Las causas y su intervención dependen de cada persona, con consejos es muy difícil tratar desde el origen para poder controlarlos. Se trata de un tema muy frecuente que aparece en las consultas de psicología, las herramientas que pueden funcionar puede ser: Estrategias de control atencional, introducción de hábitos sanos, medicación complementaria a la terapia, dinámicas de pensamientos alternativos, habilidades sociales para la resolución de conflictos latentes, pautas para la regulación emocional adecuada, entre otra variedad de herramientas, que como ya le comenté es importante adaptar a la subjetividad de cada paciente. Espero haberle podido resolver dudas con mi respuesta. Un saludo.

Lo que describes refleja una vivencia profundamente angustiante y muy desgastante a nivel mental. Esa sensación de estar atrapado en un bucle de pensamientos que se repiten, la percepción de confusión, y la necesidad constante de "procesar todo bien" para reconectar con la realidad, son síntomas que pueden estar vinculados con estados de ansiedad intensa, despersonalización o incluso pensamientos obsesivos. Lo importante, como tú ya has identificado, es que tienes conciencia de que lo que estás experimentando no es real en un sentido objetivo, sino una distorsión o trampa de tu mente. Ese es un punto muy valioso a tu favor, porque significa que aún tienes capacidad de observación y no estás completamente arrastrado por el malestar.
En estos casos, es útil recordar que cuanto más intentas luchar con los pensamientos, más fuerza les das. La mente busca certezas inmediatas, pero estas no siempre llegan; por eso la aceptación de que esos pensamientos pueden estar ahí sin necesidad de resolverlos en el momento, es clave. Técnicas como el mindfulness o la meditación de aceptación y compromiso (ACT) pueden ayudarte a observar esos pensamientos sin identificarte con ellos, simplemente dejándolos estar sin engancharte ni analizarlos tanto.
También te puede servir establecer anclajes al presente cuando sientas que el bucle comienza: por ejemplo, describir en voz alta o mentalmente lo que estás viendo, escuchando o sintiendo en el cuerpo (como: “estoy sentado, siento la silla, escucho un ruido de fondo, respiro…”). Estos anclajes te devuelven poco a poco a la experiencia inmediata y disminuyen la rumiación.
Dicho esto, si este estado se mantiene en el tiempo o interfiere en tu vida diaria, lo más recomendable es acudir a un profesional de salud mental, preferiblemente con experiencia en trastornos de ansiedad o TOC, ya que podrían ayudarte a encontrar estrategias más personalizadas y eficaces para romper este ciclo. Si quieres puedes contactar conmigo, la primera sesión es gratuita y de 20 minutos para que te cuente más sobre cómo abordarlo.
No estás solo en esto, aunque lo parezca cuando la mente se vuelve un laberinto. Hablar de ello, como lo has hecho, ya es un paso enorme hacia adelante.
En estos casos, es útil recordar que cuanto más intentas luchar con los pensamientos, más fuerza les das. La mente busca certezas inmediatas, pero estas no siempre llegan; por eso la aceptación de que esos pensamientos pueden estar ahí sin necesidad de resolverlos en el momento, es clave. Técnicas como el mindfulness o la meditación de aceptación y compromiso (ACT) pueden ayudarte a observar esos pensamientos sin identificarte con ellos, simplemente dejándolos estar sin engancharte ni analizarlos tanto.
También te puede servir establecer anclajes al presente cuando sientas que el bucle comienza: por ejemplo, describir en voz alta o mentalmente lo que estás viendo, escuchando o sintiendo en el cuerpo (como: “estoy sentado, siento la silla, escucho un ruido de fondo, respiro…”). Estos anclajes te devuelven poco a poco a la experiencia inmediata y disminuyen la rumiación.
Dicho esto, si este estado se mantiene en el tiempo o interfiere en tu vida diaria, lo más recomendable es acudir a un profesional de salud mental, preferiblemente con experiencia en trastornos de ansiedad o TOC, ya que podrían ayudarte a encontrar estrategias más personalizadas y eficaces para romper este ciclo. Si quieres puedes contactar conmigo, la primera sesión es gratuita y de 20 minutos para que te cuente más sobre cómo abordarlo.
No estás solo en esto, aunque lo parezca cuando la mente se vuelve un laberinto. Hablar de ello, como lo has hecho, ya es un paso enorme hacia adelante.

Eres muy valiente al contar lo que te pasa. El que puedas verlo y expresarlo en palabras es algo que también te va a ayudar, sea cual sea el origen. Parece ser que tus emociones y pensamientos se están desbordando por algún motivo, puede ser sólo por una etapa de estrés, de algo que te haya pasado y te cueste procesar, o puede que también haya algo más. Te aconsejo que, cualquiera que pueda ser la opción, busques primero ayuda psiquiátrica con algo de medicación, que pueda hacer que tu mente se calme un poco, para entonces en una terapia psicológica, poder expresarte mejor y superar lo que te está pasando. Ya que con ese estado de confusión es muy difícil que te hiciera efecto la terapia, si no es con algo que calme tu mente.

Lo que describes —esa sensación de estar atrapado en pensamientos que se repiten, de confusión y de no poder estar del todo en la realidad— puede ser muy angustiante, pero también dice algo importante de ti, de tu historia y de cómo estás tratando de elaborar algo que aún no encuentra palabras claras.
Desde el psicoanálisis entendemos que estos pensamientos no son simplemente “excesos mentales”, sino señales de un conflicto interno que busca expresarse. El hecho de que seas consciente de lo que te ocurre es muy valioso: muestra que hay un lugar desde el cual puedes empezar a hablar de ello.
Más que intentar “callar” los pensamientos, te animaría a hablar con un profesional que pueda escucharte sin juzgarte. A veces, cuando uno empieza a poner en palabras lo que le pasa, algo del malestar comienza a ordenarse y se vive con menos angustia.
Tus pensamientos tienen un sentido, aunque ahora parezcan caóticos. Escucharlos en el contexto adecuado puede ayudarte a descubrir qué intentan decirte.
Josep Robleda
Desde el psicoanálisis entendemos que estos pensamientos no son simplemente “excesos mentales”, sino señales de un conflicto interno que busca expresarse. El hecho de que seas consciente de lo que te ocurre es muy valioso: muestra que hay un lugar desde el cual puedes empezar a hablar de ello.
Más que intentar “callar” los pensamientos, te animaría a hablar con un profesional que pueda escucharte sin juzgarte. A veces, cuando uno empieza a poner en palabras lo que le pasa, algo del malestar comienza a ordenarse y se vive con menos angustia.
Tus pensamientos tienen un sentido, aunque ahora parezcan caóticos. Escucharlos en el contexto adecuado puede ayudarte a descubrir qué intentan decirte.
Josep Robleda

Buenos días, es importante eso que dices; " soy consciente que me pasa y no es real".
Reconocer lo que es y buscar herramientas que te ayuden a gestionar tu estado emocional pueden ser beneficiosas en tu proceso. Regresar al cuerpo y a las sensaciones que te hagan estar en presente para diferenciar los pensamientos que muchas veces imaginarios y nos sacan de lo real.
Reconocer lo que es y buscar herramientas que te ayuden a gestionar tu estado emocional pueden ser beneficiosas en tu proceso. Regresar al cuerpo y a las sensaciones que te hagan estar en presente para diferenciar los pensamientos que muchas veces imaginarios y nos sacan de lo real.

Buenas tardes;
Muy probablemente ayudaría precisamente bajar el foco de atención en la autoconciencia y simplificar.
Saludos
Muy probablemente ayudaría precisamente bajar el foco de atención en la autoconciencia y simplificar.
Saludos

Hola, gracias por compartir lo que estás viviendo. Lo que describes, esa sensación de ahogo mental, de bucles de pensamiento que se sienten como una especie de “trampa” o juego confuso de la mente, es algo que muchas personas experimentan, especialmente en momentos de ansiedad elevada, disociación leve o estados obsesivos. Y lo primero que quiero decirte es que no estás solo, ni estás perdiendo la cabeza.
El hecho de que puedas darte cuenta de lo que te está ocurriendo, aunque resulte abrumador, ya es un signo de salud mental. La conciencia de que “esto me pasa pero no es del todo real” nos muestra que aún hay una parte tuya que puede observar sin quedar completamente atrapada.
Te dejo algunas ideas que podrían ayudarte a manejar esos momentos:
1. Entiende el bucle como una respuesta del sistema nervioso.
Cuando nos sentimos inseguros, estresados o abrumados, el cerebro busca certezas, y a veces lo hace rumiando compulsivamente. Es su forma de intentar “resolver” algo que en realidad no se puede resolver solo con pensar. Este exceso de actividad mental puede producir sensación de irrealidad, confusión o desconexión con uno mismo.
2. Vuelve al cuerpo: anclajes sensoriales.
El pensamiento es como una espiral ascendente: cuanto más sube, más nos desconecta del presente. Puedes probar:
* Notar los pies en el suelo, el contacto de tu cuerpo con una silla.
* Oler algo fuerte (menta, cítrico).
* Sostener algo frío o con textura.
* Describir en voz alta 5 cosas que ves, 4 que puedes tocar, 3 que oyes...
Estos “anclajes” ayudan a traer al sistema nervioso de vuelta al presente.
3. Nombra lo que ocurre.
Ponle nombre a la experiencia: “Estoy entrando en un bucle mental, es una señal de que necesito parar y respirar.” Nombrar lo que sentimos nos da control. Puedes escribirlo, decírtelo en voz baja o compartirlo con alguien de confianza.
4. Cuestiona con amabilidad.
Cuando la mente te dice cosas que te confunden o abruman, intenta preguntarte:
¿Esto es un hecho, o una interpretación?
¿Cómo me trataría si fuera alguien querido quien se sintiera así?
5. Habla con un profesional.
Si esto te está ocurriendo con frecuencia o está afectando tu día a día, puede ser muy útil trabajar estos bucles mentales en psicoterapia. A veces hay detrás ansiedad, experiencias disociativas o procesos obsesivos que se pueden tratar con herramientas muy efectivas.
Recuerda: tu mente no está contra ti, solo intenta protegerte, aunque lo haga de una forma que ahora mismo te agota y resulte disfuncional. Hay caminos para sentirte mejor, y pedir apoyo ya es un gran paso en esa dirección.
El hecho de que puedas darte cuenta de lo que te está ocurriendo, aunque resulte abrumador, ya es un signo de salud mental. La conciencia de que “esto me pasa pero no es del todo real” nos muestra que aún hay una parte tuya que puede observar sin quedar completamente atrapada.
Te dejo algunas ideas que podrían ayudarte a manejar esos momentos:
1. Entiende el bucle como una respuesta del sistema nervioso.
Cuando nos sentimos inseguros, estresados o abrumados, el cerebro busca certezas, y a veces lo hace rumiando compulsivamente. Es su forma de intentar “resolver” algo que en realidad no se puede resolver solo con pensar. Este exceso de actividad mental puede producir sensación de irrealidad, confusión o desconexión con uno mismo.
2. Vuelve al cuerpo: anclajes sensoriales.
El pensamiento es como una espiral ascendente: cuanto más sube, más nos desconecta del presente. Puedes probar:
* Notar los pies en el suelo, el contacto de tu cuerpo con una silla.
* Oler algo fuerte (menta, cítrico).
* Sostener algo frío o con textura.
* Describir en voz alta 5 cosas que ves, 4 que puedes tocar, 3 que oyes...
Estos “anclajes” ayudan a traer al sistema nervioso de vuelta al presente.
3. Nombra lo que ocurre.
Ponle nombre a la experiencia: “Estoy entrando en un bucle mental, es una señal de que necesito parar y respirar.” Nombrar lo que sentimos nos da control. Puedes escribirlo, decírtelo en voz baja o compartirlo con alguien de confianza.
4. Cuestiona con amabilidad.
Cuando la mente te dice cosas que te confunden o abruman, intenta preguntarte:
¿Esto es un hecho, o una interpretación?
¿Cómo me trataría si fuera alguien querido quien se sintiera así?
5. Habla con un profesional.
Si esto te está ocurriendo con frecuencia o está afectando tu día a día, puede ser muy útil trabajar estos bucles mentales en psicoterapia. A veces hay detrás ansiedad, experiencias disociativas o procesos obsesivos que se pueden tratar con herramientas muy efectivas.
Recuerda: tu mente no está contra ti, solo intenta protegerte, aunque lo haga de una forma que ahora mismo te agota y resulte disfuncional. Hay caminos para sentirte mejor, y pedir apoyo ya es un gran paso en esa dirección.
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