Tengo 23 años, vivo con mi pareja, la casa en donde vivimos esta en proceso de compra, antes solía s
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Tengo 23 años, vivo con mi pareja, la casa en donde vivimos esta en proceso de compra, antes solía ser de la madre de él, ella se fue a vivir a un pueblo, pero dejo aquí un cuarto lleno de cosas de ella, el cuarto está inutilizable, (cabe aclarar que la casa es un tanto pequeña, solo cuenta con dos habitaciones, una de ella esta totalmente ocupada), además también dejo aquí a una de sus mascotas cuando yo claramente le pedí que no lo hiciera (es un perro, yo los detesto) ya que tengo gatos y un ave (pato) qué corren peligro con la presencia del otro animal en mi casa, a ella no le importó y solo hizo lo que quiso, el hermano mayor de mi pareja no vive aquí, pero los fines de semana va con mi suegra, últimamente ha tomado la decisión de venir a quedarse a dormir los días viernes (nadie lo invita a quedarse, solo llega) la verdad para mi es bastante molesto e incómodo porque se supone que vivo con mi pareja ¿Por que tengo que soportar que su familia haga lo que quiera? ¿Estoy mal por pedirle límites a su familia? ¿Tengo que aguantar que sigan tomando decisiones que me afectan aún sin preguntarme?
Hola, describes una situación bastante complicada. Por lo que cuentas, para ti esa casa es vuestro hogar pero, para la familia de tu pareja, les pertenece. Mantener una conversación sobre el uso que se da a la vivienda puede ser muy incómodo, pero necesario. Sería aconsejable explicar cómo os hace sentir y pedir lo que necesitáis. Es probable que nuevos límites generen conflicto o no les acepten, por lo que sería aconsejable que tu pareja y tú os sentéis antes a evaluar la situación, lo que necesitáis, los motivos que tenéis y que lo defendáis como un equipo. Mucho ánimo. Un abrazo.
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Hola en este caso sería importante hablar con tu pareja y decirle tu malestar. Podéis buscar opciones de vivienda. Lo importante es que estéis de acuerdo. Un saludo
No estás para nada mal por sentirte incómoda, y mucho menos por querer poner límites. Lo que estás viviendo es una situación bastante común cuando hay un proceso de transición con una casa familiar, pero que no por eso deja de ser injusto y agotador para vos. La casa puede estar aún en proceso de compra, pero vos ya estás viviendo ahí, es tu espacio, y merecés que sea un lugar seguro, respetado y cómodo. Que otras personas (suegra, cuñado, etc.) tomen decisiones unilaterales, sin consultarte, te hace sentir invisible, y esa sensación puede volverse muy pesada si se prolonga en el tiempo.
Tu malestar tiene sentido. No solo estás compartiendo un espacio reducido, sino que además te están imponiendo la presencia de personas o animales con los que no querés convivir. El perro, por ejemplo, no es un detalle menor: pusiste un límite claro y fue ignorado. Eso no es solo una falta de consideración, es también una invasión de tu derecho a decidir cómo querés vivir. Además, si tus propios animales están en riesgo o estresados, es natural que vos también lo estés.
En cuanto al cuarto lleno de cosas, eso representa otra forma de no cerrar ciclos. No poder usar un espacio de la casa porque sigue funcionando como una especie de “bodega emocional” de otra persona es un obstáculo muy concreto para que sientas que ese hogar realmente te pertenece. Y que el hermano de tu pareja simplemente llegue a dormir sin que nadie te consulte también habla de una falta de acuerdo claro sobre cómo se habita esa casa y quién tiene derecho a decidir sobre ella.
Lo importante acá no es si “tenés derecho” a pedir límites (lo tenés), sino cómo te sentís con la respuesta que estás recibiendo de tu pareja. Porque vivir en pareja también implica que la otra persona te ayude a cuidar tu espacio, a poner esos límites si a vos te cuesta o te agobia hacerlo sola. Si él no está tomando una posición clara frente a su familia, eso puede dejarte en un lugar muy solitario e injusto, como si fueras “la conflictiva” solo por defender tu tranquilidad. Y no es así.
La convivencia implica acuerdos, no imposiciones. No estás siendo exigente ni exagerada, estás pidiendo lo básico: que se te respete. Que te consulten. Que no te pasen por encima en el lugar donde vivís. Si sentís que no podés hablar de esto con tu pareja sin que se genere un conflicto, tal vez sea importante revisar cómo están manejando la comunicación entre ustedes. Porque no es sano que tengas que adaptarte a todo sin que nadie se adapte a vos.
Si necesitás, podés contarme más sobre cómo ha respondido tu pareja cuando le expresaste esto, o si aún no se lo dijiste, podemos pensar juntas cómo hacerlo. Pero que quede claro: no, no tenés que aguantarlo. No estás exagerando. Estás cuidando tu dignidad. Y eso está bien.
Tu malestar tiene sentido. No solo estás compartiendo un espacio reducido, sino que además te están imponiendo la presencia de personas o animales con los que no querés convivir. El perro, por ejemplo, no es un detalle menor: pusiste un límite claro y fue ignorado. Eso no es solo una falta de consideración, es también una invasión de tu derecho a decidir cómo querés vivir. Además, si tus propios animales están en riesgo o estresados, es natural que vos también lo estés.
En cuanto al cuarto lleno de cosas, eso representa otra forma de no cerrar ciclos. No poder usar un espacio de la casa porque sigue funcionando como una especie de “bodega emocional” de otra persona es un obstáculo muy concreto para que sientas que ese hogar realmente te pertenece. Y que el hermano de tu pareja simplemente llegue a dormir sin que nadie te consulte también habla de una falta de acuerdo claro sobre cómo se habita esa casa y quién tiene derecho a decidir sobre ella.
Lo importante acá no es si “tenés derecho” a pedir límites (lo tenés), sino cómo te sentís con la respuesta que estás recibiendo de tu pareja. Porque vivir en pareja también implica que la otra persona te ayude a cuidar tu espacio, a poner esos límites si a vos te cuesta o te agobia hacerlo sola. Si él no está tomando una posición clara frente a su familia, eso puede dejarte en un lugar muy solitario e injusto, como si fueras “la conflictiva” solo por defender tu tranquilidad. Y no es así.
La convivencia implica acuerdos, no imposiciones. No estás siendo exigente ni exagerada, estás pidiendo lo básico: que se te respete. Que te consulten. Que no te pasen por encima en el lugar donde vivís. Si sentís que no podés hablar de esto con tu pareja sin que se genere un conflicto, tal vez sea importante revisar cómo están manejando la comunicación entre ustedes. Porque no es sano que tengas que adaptarte a todo sin que nadie se adapte a vos.
Si necesitás, podés contarme más sobre cómo ha respondido tu pareja cuando le expresaste esto, o si aún no se lo dijiste, podemos pensar juntas cómo hacerlo. Pero que quede claro: no, no tenés que aguantarlo. No estás exagerando. Estás cuidando tu dignidad. Y eso está bien.
Hola, es muy importante la comunicación abierta en una pareja. No estás mal por expresar tu malestar y la necesidad de que él ponga límites a su familia. Si es importante que juntos hablen de las decisiones a tomar que tengan que ver con la conviviencia. Te recomiendo que se sienten a hablar de estos temas.
Tu malestar es completamente legítimo. No estás exagerando, ni estás mal por querer poner límites claros. De hecho, una de las claves más importantes para que una relación de pareja funcione es proteger el espacio común, y eso incluye proteger tu tranquilidad y tu dignidad dentro de tu hogar.
Desde una perspectiva terapéutica, lo que estás viviendo no es solo un conflicto familiar, es un problema de invasión emocional y territorial. Y como bien señalas, tú estás construyendo un proyecto de vida con tu pareja, pero sin tener voz ni voto en decisiones que te afectan directamente.
Vamos por partes:
1. La casa es tu hogar también
Aunque legalmente esté en proceso de compra, tú vives ahí y eso te da derecho a que:
Se respete tu espacio
Se tomen decisiones conjuntas
No se impongan dinámicas externas que te incomodan
2. El cuarto lleno de cosas
Ese cuarto ocupa un espacio que podría mejorar tu calidad de vida. Cuando alguien deja objetos sin uso, en realidad está dejando una marca territorial inconsciente. Y eso, a nivel emocional, puede hacerte sentir como una "invitada permanente".
3. El perro
Si expresaste que no querías animales adicionales por seguridad de los tuyos, y aún así lo dejaron, se ha cruzado un límite muy claro. No es un detalle menor: tiene que ver con el respeto a tu palabra, tu espacio y tus necesidades.
4. El hermano que se queda a dormir
Tú no estás siendo intolerante. Lo que estás planteando es algo básico: no quieres compartir tu intimidad sin tu consentimiento. La pareja se construye sobre un "nosotros", no sobre el “que vengan y hagan lo que quieran”.
¿Estás mal por pedir límites?
No. Todo lo contrario. Estás empezando a defender tu lugar, tu bienestar y tu dignidad emocional. Lo que necesitas ahora es:
Sentarte con tu pareja y decirle con claridad (no desde la rabia, sino desde la necesidad):
“Estoy construyendo un hogar contigo, no con tu familia. Pero siento que no tengo derecho a decidir sobre lo que ocurre en nuestra casa. Esto me hace sentir incómoda, invisible y fuera de lugar. No quiero imponerme, pero sí quiero que construyamos juntos un espacio que también sea mío. Necesito que tú pongas límites claros, porque si no lo haces tú, yo tendré que hacerlo… y eso puede generar más tensión.”
¿Tienes que aguantarlo?
No. Aguantar no es amar. Amar es dialogar, negociar, pactar, proteger el espacio común. En PSYAMM trabajamos mucho con personas que se encuentran justo en este punto: queriendo hacer las cosas bien, pero sintiéndose culpables por poner límites que son completamente necesarios.
Si quieres, podemos trabajar juntas estrategias para comunicar esto sin que parezcas “la mala”, y ayudarte a construir autoridad emocional dentro de tu propia casa.
Puedes reservar conmigo directamente a través de Doctoralia.es. Será un placer ayudarte a encontrar tu voz y tu lugar sin romper tu vínculo de pareja, sino todo lo contrario: fortaleciendo el respeto mutuo.
Un abrazo grande. Esto tiene solución, y no estás sola.
Desde una perspectiva terapéutica, lo que estás viviendo no es solo un conflicto familiar, es un problema de invasión emocional y territorial. Y como bien señalas, tú estás construyendo un proyecto de vida con tu pareja, pero sin tener voz ni voto en decisiones que te afectan directamente.
Vamos por partes:
1. La casa es tu hogar también
Aunque legalmente esté en proceso de compra, tú vives ahí y eso te da derecho a que:
Se respete tu espacio
Se tomen decisiones conjuntas
No se impongan dinámicas externas que te incomodan
2. El cuarto lleno de cosas
Ese cuarto ocupa un espacio que podría mejorar tu calidad de vida. Cuando alguien deja objetos sin uso, en realidad está dejando una marca territorial inconsciente. Y eso, a nivel emocional, puede hacerte sentir como una "invitada permanente".
3. El perro
Si expresaste que no querías animales adicionales por seguridad de los tuyos, y aún así lo dejaron, se ha cruzado un límite muy claro. No es un detalle menor: tiene que ver con el respeto a tu palabra, tu espacio y tus necesidades.
4. El hermano que se queda a dormir
Tú no estás siendo intolerante. Lo que estás planteando es algo básico: no quieres compartir tu intimidad sin tu consentimiento. La pareja se construye sobre un "nosotros", no sobre el “que vengan y hagan lo que quieran”.
¿Estás mal por pedir límites?
No. Todo lo contrario. Estás empezando a defender tu lugar, tu bienestar y tu dignidad emocional. Lo que necesitas ahora es:
Sentarte con tu pareja y decirle con claridad (no desde la rabia, sino desde la necesidad):
“Estoy construyendo un hogar contigo, no con tu familia. Pero siento que no tengo derecho a decidir sobre lo que ocurre en nuestra casa. Esto me hace sentir incómoda, invisible y fuera de lugar. No quiero imponerme, pero sí quiero que construyamos juntos un espacio que también sea mío. Necesito que tú pongas límites claros, porque si no lo haces tú, yo tendré que hacerlo… y eso puede generar más tensión.”
¿Tienes que aguantarlo?
No. Aguantar no es amar. Amar es dialogar, negociar, pactar, proteger el espacio común. En PSYAMM trabajamos mucho con personas que se encuentran justo en este punto: queriendo hacer las cosas bien, pero sintiéndose culpables por poner límites que son completamente necesarios.
Si quieres, podemos trabajar juntas estrategias para comunicar esto sin que parezcas “la mala”, y ayudarte a construir autoridad emocional dentro de tu propia casa.
Puedes reservar conmigo directamente a través de Doctoralia.es. Será un placer ayudarte a encontrar tu voz y tu lugar sin romper tu vínculo de pareja, sino todo lo contrario: fortaleciendo el respeto mutuo.
Un abrazo grande. Esto tiene solución, y no estás sola.
Para tener un poco mas de detalles y conocernos te invito a una sesion gratuita de 20 minutos en donde tomaras la decisión de tomar terapia. No dudes en agendarme. Saludos
Hola, dejame decirte que no estás mal por sentirte incómoda ni por plantearte poner límites. Es completamente razonable.
Vivir en pareja implica que ambos miembros tengan voz sobre lo que ocurre en el espacio que comparten, especialmente cuando esas decisiones afectan directamente a la convivencia. Lo que describes (el cuarto ocupado, la mascota que no querías, y la presencia recurrente del hermano sin acuerdo previo) son situaciones que pueden generar una sensación constante de invasión o falta de control sobre tu propio hogar.
No se trata de “aguantar” ni de que estés en contra de su familia, sino de que puedas expresar tus necesidades y llegar a acuerdos que respeten a ambas partes. Poner límites no es ser egoísta, es cuidar la salud de la relación y tu bienestar emocional.
Sería importante que pudieras hablar con tu pareja sobre esto con claridad, no desde la queja, sino desde cómo te afecta y qué necesitas. Y si ves que no conseguís avanzar en este tema, la terapia de pareja puede ser una buena opción para trabajar la comunicación y los acuerdos.
Si te apetece hacerlo, estaré encantado de ayudarte desde consulta.
Un saludo.
Vivir en pareja implica que ambos miembros tengan voz sobre lo que ocurre en el espacio que comparten, especialmente cuando esas decisiones afectan directamente a la convivencia. Lo que describes (el cuarto ocupado, la mascota que no querías, y la presencia recurrente del hermano sin acuerdo previo) son situaciones que pueden generar una sensación constante de invasión o falta de control sobre tu propio hogar.
No se trata de “aguantar” ni de que estés en contra de su familia, sino de que puedas expresar tus necesidades y llegar a acuerdos que respeten a ambas partes. Poner límites no es ser egoísta, es cuidar la salud de la relación y tu bienestar emocional.
Sería importante que pudieras hablar con tu pareja sobre esto con claridad, no desde la queja, sino desde cómo te afecta y qué necesitas. Y si ves que no conseguís avanzar en este tema, la terapia de pareja puede ser una buena opción para trabajar la comunicación y los acuerdos.
Si te apetece hacerlo, estaré encantado de ayudarte desde consulta.
Un saludo.
Hola!,
No estás mal por sentirte así, ni por querer establecer límites.
Tus emociones son totalmente válidas, estás experimentando una sensación de invasión en tu propio espacio, un espacio que debería ser tu refugio. Es natural que te sientas incómoda cuando otras personas toman decisiones que te afectan directamente, sin consultarte.
Estás con 23 años, en una etapa importante de tu vida, estás formando una vida adulta, conviviendo en pareja y en proceso de adquirir una casa. Todo esto implica grandes responsabilidades emocionales, económicas y logísticas. Se empieza a definir el propio espacio, las reglas, y sobre todo los límites saludables.
Aunque tú y tu pareja viven ahí y están en proceso de compra, la casa todavía está muy ligada al pasado de su familia. Ese cuarto lleno de cosas no es solo un espacio físico: representa una resistencia al cambio, un símbolo de que aún no se ha hecho la transición completa a que ese lugar ahora es de ustedes. Lo mismo con la mascota: fue una decisión unilateral, sin tener en cuenta tu opinión, y eso también simboliza una falta de consideración hacia ti como parte importante del hogar.
Tienes toda la razón al preocuparte por tus gatos y tu pato. El perro no solo representa un malestar personal, sino un posible peligro real para tus propios animales. Lo dijiste claramente, y aun así no se respetó tu palabra. Eso no es menor.
Por otro lado, tu hogar debería ser un espacio de intimidad, rutina, y descanso. La presencia de alguien que llega sin invitación altera esa dinámica y te hace sentir que no puedes decidir sobre tu propio espacio. Esto es especialmente incómodo cuando no hay un consenso, y cuando afecta tu comodidad emocional.
¿Estás mal por pedir límites?
No, en absoluto. Estás actuando desde la necesidad de cuidar tu bienestar emocional y físico. Pedir límites no es egoísmo, es auto-respeto. Además, cuando convives con alguien, es vital que ambas partes sientan que tienen poder de decisión. Si una parte siente que su voz no cuenta, se va generando un desequilibrio que termina por desgastar la relación.
Aquí te dejo algunas ideas para reflexionar o conversar con tu pareja:
- Conversación honesta: plantea con claridad, asertividad y serenidad cómo te sientes. No se trata de criticar a su familia, sino de expresar lo que te genera emocionalmente la situación.
- Definir juntos los límites: no estás sola, están construyendo un hogar juntos. Es importante que ambos decidan qué está bien y qué no en ese espacio.
- Acordar reglas claras: ¿Qué visitas son aceptables? ¿Qué tipo de convivencia quieren tener? ¿Qué se puede hacer con el cuarto inutilizado?
- Respetar los acuerdos: ambos deben comprometerse a hacer valer esos acuerdos frente a terceros, especialmente frente a la familia.
Y recuerda, no se trata de "aguantar", se trata de construir. Y para construir un hogar emocionalmente sano, es necesario que ambos sientan que tienen voz, voto y respeto mutuo. Estás en todo tu derecho de buscar eso.
No estás mal por sentirte así, ni por querer establecer límites.
Tus emociones son totalmente válidas, estás experimentando una sensación de invasión en tu propio espacio, un espacio que debería ser tu refugio. Es natural que te sientas incómoda cuando otras personas toman decisiones que te afectan directamente, sin consultarte.
Estás con 23 años, en una etapa importante de tu vida, estás formando una vida adulta, conviviendo en pareja y en proceso de adquirir una casa. Todo esto implica grandes responsabilidades emocionales, económicas y logísticas. Se empieza a definir el propio espacio, las reglas, y sobre todo los límites saludables.
Aunque tú y tu pareja viven ahí y están en proceso de compra, la casa todavía está muy ligada al pasado de su familia. Ese cuarto lleno de cosas no es solo un espacio físico: representa una resistencia al cambio, un símbolo de que aún no se ha hecho la transición completa a que ese lugar ahora es de ustedes. Lo mismo con la mascota: fue una decisión unilateral, sin tener en cuenta tu opinión, y eso también simboliza una falta de consideración hacia ti como parte importante del hogar.
Tienes toda la razón al preocuparte por tus gatos y tu pato. El perro no solo representa un malestar personal, sino un posible peligro real para tus propios animales. Lo dijiste claramente, y aun así no se respetó tu palabra. Eso no es menor.
Por otro lado, tu hogar debería ser un espacio de intimidad, rutina, y descanso. La presencia de alguien que llega sin invitación altera esa dinámica y te hace sentir que no puedes decidir sobre tu propio espacio. Esto es especialmente incómodo cuando no hay un consenso, y cuando afecta tu comodidad emocional.
¿Estás mal por pedir límites?
No, en absoluto. Estás actuando desde la necesidad de cuidar tu bienestar emocional y físico. Pedir límites no es egoísmo, es auto-respeto. Además, cuando convives con alguien, es vital que ambas partes sientan que tienen poder de decisión. Si una parte siente que su voz no cuenta, se va generando un desequilibrio que termina por desgastar la relación.
Aquí te dejo algunas ideas para reflexionar o conversar con tu pareja:
- Conversación honesta: plantea con claridad, asertividad y serenidad cómo te sientes. No se trata de criticar a su familia, sino de expresar lo que te genera emocionalmente la situación.
- Definir juntos los límites: no estás sola, están construyendo un hogar juntos. Es importante que ambos decidan qué está bien y qué no en ese espacio.
- Acordar reglas claras: ¿Qué visitas son aceptables? ¿Qué tipo de convivencia quieren tener? ¿Qué se puede hacer con el cuarto inutilizado?
- Respetar los acuerdos: ambos deben comprometerse a hacer valer esos acuerdos frente a terceros, especialmente frente a la familia.
Y recuerda, no se trata de "aguantar", se trata de construir. Y para construir un hogar emocionalmente sano, es necesario que ambos sientan que tienen voz, voto y respeto mutuo. Estás en todo tu derecho de buscar eso.
No, no estás mal. En absoluto. Es completamente válido y necesario querer establecer límites cuando se trata del lugar donde vives, especialmente si compartes ese espacio de forma estable con tu pareja y sientes que otras personas toman decisiones que te afectan sin consultarte.
Desde la psicología, hablamos de límite saludable cuando se defiende una necesidad sin agredir ni ceder ante la incomodidad. Y tú estás expresando con claridad que:
• El espacio es reducido y uno de los cuartos está ocupado con cosas que no te pertenecen.
• Se ha introducido un animal en contra de tu voluntad, afectando a tus propias mascotas.
• Y se está permitiendo el acceso frecuente de un familiar, sin consenso ni invitación.
Vivir en pareja implica tomar decisiones juntos, y eso también significa que ambos deben sentirse cómodos y respetados en el hogar. Que la familia de tu pareja actúe como si pudiera intervenir libremente en ese espacio puede generarte estrés, sensación de invasión y desprotección, algo totalmente comprensible.
Lo importante aquí es que puedas conversar con tu pareja desde la calma, no desde el reproche, y exponer cómo te afecta esta situación. Es fundamental que él también se implique en poner límites si quieren construir un espacio común donde ambos se sientan seguros y respetados.
Tener una relación de pareja no significa tener que aceptar todo lo que venga con la familia del otro. Tener límites no es falta de cariño, es una forma de cuidarte y cuidar la convivencia.
Si sientes que esta situación está afectando tu bienestar emocional o la relación de pareja, puedes reservar cita online o escribirme a: mapipsicologa@gmail.com. Estoy aquí para ayudarte.
Desde la psicología, hablamos de límite saludable cuando se defiende una necesidad sin agredir ni ceder ante la incomodidad. Y tú estás expresando con claridad que:
• El espacio es reducido y uno de los cuartos está ocupado con cosas que no te pertenecen.
• Se ha introducido un animal en contra de tu voluntad, afectando a tus propias mascotas.
• Y se está permitiendo el acceso frecuente de un familiar, sin consenso ni invitación.
Vivir en pareja implica tomar decisiones juntos, y eso también significa que ambos deben sentirse cómodos y respetados en el hogar. Que la familia de tu pareja actúe como si pudiera intervenir libremente en ese espacio puede generarte estrés, sensación de invasión y desprotección, algo totalmente comprensible.
Lo importante aquí es que puedas conversar con tu pareja desde la calma, no desde el reproche, y exponer cómo te afecta esta situación. Es fundamental que él también se implique en poner límites si quieren construir un espacio común donde ambos se sientan seguros y respetados.
Tener una relación de pareja no significa tener que aceptar todo lo que venga con la familia del otro. Tener límites no es falta de cariño, es una forma de cuidarte y cuidar la convivencia.
Si sientes que esta situación está afectando tu bienestar emocional o la relación de pareja, puedes reservar cita online o escribirme a: mapipsicologa@gmail.com. Estoy aquí para ayudarte.
No estás mal por sentirte así ni por querer poner límites. Al contrario, lo que estás experimentando es una situación desbalanceada, donde tus necesidades y tu lugar en la casa no están siendo respetados ni validados.
Como psicóloga (y especialmente desde el enfoque EMDR, que entiende cómo las experiencias actuales pueden reactivar viejos patrones de inseguridad, invalidez o desprotección), lo que describes puede sentirse como una forma de invasión emocional y territorial. Esto puede generar ansiedad, frustración e incluso desregulación física, como lo que mencionabas antes con tu estómago y los nervios.
Como psicóloga (y especialmente desde el enfoque EMDR, que entiende cómo las experiencias actuales pueden reactivar viejos patrones de inseguridad, invalidez o desprotección), lo que describes puede sentirse como una forma de invasión emocional y territorial. Esto puede generar ansiedad, frustración e incluso desregulación física, como lo que mencionabas antes con tu estómago y los nervios.
Gracias por confiar en este espacio para expresar algo que claramente te tiene cargada emocionalmente. Lo que estás viviendo no es menor, y es completamente válido que te sientas incómoda, invadida e incluso frustrada. Estás intentando construir una vida con tu pareja, y eso implica no solo compartir un espacio físico, sino también tener voz y lugar en las decisiones que afectan ese espacio.
No, no estás mal por querer poner límites. Es una necesidad legítima, y también es parte de lo que implica vivir en pareja: poder hablar de lo que nos incomoda, lo que nos hace sentir desplazadas o poco tomadas en cuenta.
Una relación sana se construye también sobre el respeto mutuo a los espacios compartidos, y eso incluye el derecho a decir "esto no me hace bien", o "esto no lo quiero en mi casa". Cuando se vive en pareja, el hogar deja de ser solo de uno para convertirse en un espacio compartido, y todas las decisiones que afectan esa convivencia deberían hablarse y acordarse entre ambos.
Por lo que cuentas, parece que tú estás teniendo que sostener situaciones impuestas —como la presencia del perro, la ocupación de una habitación completa por cosas ajenas, y la llegada del hermano sin previo aviso— sin que se te haya dado la oportunidad de opinar o decidir. Eso es agotador, y puede ir generando resentimiento si no se aborda a tiempo.
Tu necesidad de poner límites no es egoísmo ni inmadurez; es parte de cuidar tu bienestar emocional y proteger tu espacio seguro. El reto aquí está en cómo comunicar esto con tu pareja de manera que no se convierta en una lucha, sino en un diálogo desde el deseo de construir juntos algo que funcione para ambos.
Pregúntate: ¿Tu pareja es consciente del malestar que esto te genera? ¿Sabe cómo te sientes realmente, o has tenido que adaptarte en silencio? A veces damos por hecho que la otra persona debería entenderlo, pero no siempre lo ve con la misma perspectiva, y hace falta verbalizarlo con claridad, sin culpas, pero con firmeza.
También puede ayudarte pensar en qué límites necesitas priorizar ahora: ¿es el tema del perro? ¿la habitación? ¿las visitas no pactadas? Poner todo sobre la mesa puede ser abrumador, pero comenzar por lo que más te afecta puede abrir un camino para que él también entienda que esto no es una queja puntual, sino una necesidad de construir acuerdos más justos para los dos.
Y si ves que te cuesta hacerlo sola, que las conversaciones se traban o te sientes invalidada, recuerda que buscar la ayuda de una persona profesional puede marcar una gran diferencia. A veces tener ese espacio de acompañamiento neutral nos permite ordenar lo que sentimos y encontrar nuevas formas de comunicarnos con quienes amamos.
Tu malestar tiene sentido, y tu deseo de cuidar tu espacio también. No estás exagerando. Estás intentando ser escuchada en un lugar donde también mereces estar cómoda.
No, no estás mal por querer poner límites. Es una necesidad legítima, y también es parte de lo que implica vivir en pareja: poder hablar de lo que nos incomoda, lo que nos hace sentir desplazadas o poco tomadas en cuenta.
Una relación sana se construye también sobre el respeto mutuo a los espacios compartidos, y eso incluye el derecho a decir "esto no me hace bien", o "esto no lo quiero en mi casa". Cuando se vive en pareja, el hogar deja de ser solo de uno para convertirse en un espacio compartido, y todas las decisiones que afectan esa convivencia deberían hablarse y acordarse entre ambos.
Por lo que cuentas, parece que tú estás teniendo que sostener situaciones impuestas —como la presencia del perro, la ocupación de una habitación completa por cosas ajenas, y la llegada del hermano sin previo aviso— sin que se te haya dado la oportunidad de opinar o decidir. Eso es agotador, y puede ir generando resentimiento si no se aborda a tiempo.
Tu necesidad de poner límites no es egoísmo ni inmadurez; es parte de cuidar tu bienestar emocional y proteger tu espacio seguro. El reto aquí está en cómo comunicar esto con tu pareja de manera que no se convierta en una lucha, sino en un diálogo desde el deseo de construir juntos algo que funcione para ambos.
Pregúntate: ¿Tu pareja es consciente del malestar que esto te genera? ¿Sabe cómo te sientes realmente, o has tenido que adaptarte en silencio? A veces damos por hecho que la otra persona debería entenderlo, pero no siempre lo ve con la misma perspectiva, y hace falta verbalizarlo con claridad, sin culpas, pero con firmeza.
También puede ayudarte pensar en qué límites necesitas priorizar ahora: ¿es el tema del perro? ¿la habitación? ¿las visitas no pactadas? Poner todo sobre la mesa puede ser abrumador, pero comenzar por lo que más te afecta puede abrir un camino para que él también entienda que esto no es una queja puntual, sino una necesidad de construir acuerdos más justos para los dos.
Y si ves que te cuesta hacerlo sola, que las conversaciones se traban o te sientes invalidada, recuerda que buscar la ayuda de una persona profesional puede marcar una gran diferencia. A veces tener ese espacio de acompañamiento neutral nos permite ordenar lo que sentimos y encontrar nuevas formas de comunicarnos con quienes amamos.
Tu malestar tiene sentido, y tu deseo de cuidar tu espacio también. No estás exagerando. Estás intentando ser escuchada en un lugar donde también mereces estar cómoda.
Hola, ¿lo has hablado con tu pareja? ¿qué dice él?. Si eres pareja eso supone que seguro que tienes algo que decir al respecto de lo que sucede; y si es asñi, y tienes un malestar ¿por qué no lo hablas con tu pareja o por qué no se lo dices a aquellos que toman como propio ese espacio?
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