El duelo no es solo pérdida por muerte: también es despedirse de quienes fuimos.
Cuando hablamos de duelo, la mayoría piensa en la muerte. Pero en consulta veo cada día que el duelo es un proceso mucho más amplio, íntimo y cotidiano. De hecho, muchas de las experiencias que más sacuden nuestro equilibrio emocional son formas de duelo silencioso: pérdidas que nadie ve, pero que transforman profundamente nuestra identidad, nuestras relaciones y nuestra vida.
Existe duelo cuando se termina una relación importante.
Existe duelo cuando nuestra salud cambia y debemos reconstruirnos desde limitaciones inesperadas.
Existe duelo cuando dejamos atrás un proyecto vital, una etapa o incluso una versión de nosotras mismas que ya no encaja con lo que somos hoy.
Desde la neuropsicología y la psicología integrativa-relacional, entendemos el duelo como un proceso adaptativo del cerebro y de la mente: un intento de reorganizar nuestra identidad tras una pérdida significativa. No se trata de “superarlo”, sino de integrarlo; de aprender a convivir con una ausencia mientras abrimos espacio a algo nuevo.
El duelo no tiene un tiempo fijo. No sigue una línea recta. No se cura con recetas rápidas. Es un proceso profundamente humano que necesita sostén, vínculo y un acompañamiento respetuoso de los ritmos internos.
Si estás atravesando una transición vital –una ruptura, un cambio laboral, un diagnóstico médico, el envejecimiento de un ser querido, la maternidad/paternidad, un cambio de identidad, una crisis personal– quizá también estés en duelo, aunque no lo llames así.
Acompaño estos procesos desde una mirada integrativa y profunda, con especial atención al cuerpo, la memoria emocional y las redes de apoyo. Si necesitas un espacio para comprender qué estás sintiendo y cómo avanzar desde un lugar más consciente y compasivo, estaré encantada de ayudarte.
24/11/2025